1. El médico debe conocer al paciente. Por lo general, se requiere que el médico haya tratado profesionalmente al paciente –no simplemente saludarle en el club de golf– durante los dos últimos meses (tiempo que depende de las jurisdicciones).
2. El médico debe considerar que la muerte es natural.
La premisa de que el médico conoce al paciente puede causar dificultades algunas veces. En ocasiones, incluso personas gravemente enfermas tienen poco contacto con la profesión médica. Ello significa que encontrar un médico que pueda firmar el certificado puede constituir un problema. Por tanto, puede ser inteligente llamar a su médico para una visita antes de su suicidio, quejándose de la aparición de fiebre o sensación de ahogo, tal vez dolor al inspirar profundamente.
Cuando, días o semanas más tarde, llamen al doctor, sería razonable que aceptase que usted murió de causa natural. La neumonía tiene bien merecido el nombre de “amiga de los ancianos”.
En los seminarios de Exit, comprobamos que el auditorio suele estar dividido por igual entre los que se preocupan por lo que va a figurar en su certificado de defunción y los que no. Algunos, comprensiblemente, temen ser recordados como la vieja tía Pepita que “se suicidó”. Otros no tienen preferencias y lo manifiestan: “no importa lo que digan, yo ya estaré muerto”.
Incluso para un moribundo por enfermedad grave que se suicide, la muerte figurará como “suicidio”. Si usted no desea que figure “suicidio” en su certificado de defunción necesitará tomar precauciones que disfracen la verdad. Si ello es de gran importancia, use un método que no deje señales. La única vía lógica es usar un método que no deje signos evidentes como por ejemplo el nitrógeno. Pero lleve cuidado, porque existen pequeñas consideraciones legales al respecto.