2. La activación del sensor de presión situado en este punto da como resultado la reducción del gasto cardíaco y la disminución de la presión arterial. Esto reduce aún más el suministro de sangre y del oxígeno esencial al cerebro.
3. La presión sobre el nervio vago puede restringir aún más el flujo de sangre al cerebro al tener un efecto directo en el marcapasos cardíaco que controla la frecuencia cardíaca.
4. La presión en esta zona también restringe el retorno de la sangre del cerebro a través de las venas yugulares. La reducción del retorno de sangre al corazón, conduce a la correspondiente disminución del gasto cardíaco, reduciendo aún más el suministro de oxígeno del cerebro.
Existe cierto debate sobre cuál de estos mecanismos compuestos es el más importante, pero el efecto es el mismo. Con un flujo sanguíneo cerebral inadecuado, se produce una rápida pérdida de consciencia en cuestión de segundos y, si se mantiene, se producirá una muerte apacible. El tiempo exacto dependerá de la disminución del gasto cardíaco y del grado de oclusión de la carótida. Claramente, con asistolia, la muerte acaecerá en solo unos minutos.
Nota: esta técnica no produce ninguna restricción de flujo de aire hacia los pulmones (no hay sensación de ahogo). La tráquea requiere una presión mucho mayor para disminuir el flujo de aire. La estrangulación, donde se limita el flujo de aire a los pulmones, también provoca la muerte por hipoxia cerebral. Este proceso es mucho más lento ya que las reservas de oxígeno en los pulmones deben agotarse. Esta NO es una muerte apacible.
Se han utilizado diversas estrategias para provocar la muerte por oclusión carotídea. Entre ellas se encuentran las sogas que se aprietan aplicando peso corporal (ahorcamiento parcial o “parcial”, como suele llamarse). El objetivo aquí es estrechar el cuello lo suficiente para obstruir las arterias carótidas, pero no aplicar una presión tan grande como para comprimir la tráquea. Esto es viable.