llegado el momento para comenzar el proceso, no existe garantía de que el doctor vaya a aceptarlo.
Puede creer que debería usted esperar, esperar hasta hallarse más enfermo, tal vez a que su hemoglobina baje unos cuantos puntos o las pruebas de su función respiratoria se deterioren más. Cuanto más enfermo esté usted más seguro es para el doctor tomar ese camino. Si el doctor no está de acuerdo con usted y cree que el “mejor momento” para ayudarle debería ser dentro de unas semanas, no hay absolutamente nada que usted pueda hacer al respecto.
Otro inconveniente de la eutanasia lenta es la restricción en la variedad de medicinas que el médico puede utilizar para ayudar a alguien a morir. Si la defensa del doctor va a ser que fue el tratamiento del dolor del paciente el que causó la muerte, hay que utilizar un producto contra el dolor como la morfina.
Un doctor no podría, por ejemplo administrar una dosis alta de barbitúricos. Si bien un barbitúrico puede proporcionar la más apacible y rápida de las muertes, los barbitúricos no son calmantes del dolor y decir que se estaba utilizando para combatir el dolor no se sostiene.
El proceso debe ser lento. En efecto, la eutanasia lenta puede ser cosa de días o incluso semanas. A menudo al paciente se le administra un sedante que lo mantiene dormido durante todo el proceso: “midazolam” es el medicamento de elección.
Acompañado de morfina, este cóctel de morfina y “midazolam” (conocido como la “Terapia de la doble M”) sitúa al paciente en un coma inducido durante el tiempo necesario para elevar suficientemente el nivel de morfina. La terapia de la doble M permite al paciente dormir durante su propia muerte y crea otro nombre para el proceso –“inconsciencia farmacológica”.