Aquí es bueno recordar que “lo que ocurre siempre” es el desesperado proceso de suspender a un enfermo de un hilo entre la vida y la muerte durante un tiempo arbitrario. Hasta que se rompe el hilo.
¡Eso es la eutanasia lenta!
En una encuesta interna de Exit realizada a más de 1.000 de nuestros seguidores, menos de un uno por ciento (0,3%) de nuestros miembros dicen preferir la eutanasia lenta en comparación a la Píldora Apacible (89%). La eutanasia lenta es, por tanto, uno de los métodos menos preferidos para morir, y uno que se evita cuando existen otras opciones. Si existe la opción, la gente prefiere tener el control del proceso de su muerte.
Este no es el caso con la eutanasia lenta. Es relativamente raro encontrar a alguien que desee pasar sus últimos días en un coma inducido por fármacos. Cuando la gente decide que su sufrimiento es tan grande que prefiere morir, desea un tránsito rápido.
Por esto, la eutanasia lenta es casi siempre una opción de último recurso. Es el método aceptado cuando no se ofrece nada más, y la única alternativa sería un sufrimiento continuo y creciente.
Finalmente, permanece la noción común de que los “opiáceos” son las mejores drogas para acabar con la vida. Esta reputación inmerecida se debe a su utilización casi universal en la eutanasia lenta, cuando los médicos tienen poco donde elegir.
Si bien una sola dosis de morfina puede causar la muerte, la sensibilidad y la tolerancia personal a esa droga hacen que el proceso sea incierto e impredecible. El mejor uso de los opiáceos es para controlar el dolor agudo, que es para lo que fueron elegidos. Hay mejores formas de eutanasia disponibles.