Si bien todos los ingredientes necesarios para producir el gas se consiguen con facilidad y sin restricciones, la utilización del gas para acabar con la vida de una persona presenta numerosos y significativos problemas. Cuando se producen cantidades grandes de sulfuro de hidrógeno existe un riesgo para otras personas. Además de la probabilidad de molestar a quien se halle cerca con su pestilencia, existe peligro real para quienes puedan tratar de entrar en el área o intentar la reanimación. Precisamente el personal de emergencias está entrenado para ser cuidadoso al entrar en un área donde se sospecha la presencia de este gas y no intentar una reanimación boca a boca.
Si uno planea utilizar este método es esencial que elija un lugar donde las fugas del gas no pongan en peligro a gente inocente y coloque señales de aviso bien notorias. El uso de un automóvil aparcado en el exterior y con avisos de advertencia colocados bien visibles en las ventanas parece ser la forma más responsable de hacerlo.
Aunque se ha dicho que a medida que la concentración del gas aumenta se produce una rápida inhibición del sentido del olfato, con lo cual uno no experimenta necesariamente la pestilencia hasta que muere, no podría considerarse como una muerte apacible.