acerca de sus opciones para el final de su vida son muchas y variadas. Todas son muy personales. Crear las formas en que la sociedad pueda planificar la muerte, así como el propio acto de morir, es el reto de nuestro tiempo.
El desarrollo de un plan para el fin de la vida es un pequeño paso que todos podemos dar para proteger a aquellos que amamos de la dureza de las leyes actuales. Aunque la mayoría de nosotros nunca utilicemos nuestro plan, todos tenemos el consuelo de saber que si las cosas llegan demasiado lejos por dolorosas o faltas de dignidad (especialmente en el caso de una enfermedad grave y edad avanzada), vamos a tener un plan que nos permita mantener nuestra dignidad y nuestra independencia.
Las maravillas de la medicina moderna
En cualquier consideración sobre los problemas del final de la vida, el papel de la medicina moderna es primordial. Mientras nadie puede criticar o poner en duda los grandes avances de la ciencia médica en las últimas décadas -mejorar sobremanera la duración y la calidad de nuestras vidas- también hay otra cara de la moneda. A diferencia de las generaciones anteriores, ahora estamos mucho más expuestos a morir por causas más lentas y extenuantes asociadas a la vejez y la enfermedad. Sin embargo, también es más probable que nos mantengan con vida mediante un abanico cada vez más sofisticado de tecnologías médicas.
Una vida más larga puede ser una cosa maravillosa, pero ¿deberíamos estar obligados a vivir, si llegamos a un punto en que simplemente no podemos más? Cada individuo debería, sin duda, poder ser árbitro del equilibrio entre su propia calidad de vida y la batalla diaria que representa vivir sus últimos años, o la enfermedad.