las décadas recientes, los estudios médicos han relatado sistemáticamente que menos del 10 por ciento de todos los suicidios se podían considerar racionales. O sea, que hay muertes que corresponden a una decisión bien informada, sin carencias que pudiesen impedir evaluaciones realistas y, finalmente, que la decisión es una elección libre sin presiones externas (Worth & Cobia, 1995). Algunos estudios han determinado que solo el 1% de todos los suicidios cumple este criterio.
Exit está en claro desacuerdo con estas afirmaciones que por lo general han emergido de estudios desarrollados en el seno de la psiquiatría. Aunque no sugerimos falta de imparcialidad por parte de sus autores, argumentaríamos que su visión del suicidio es bastante estrecha. Tanto como para perder de vista, cada vez más, que mucha gente anciana ha de vivir (a veces enferma) vidas mucho más largas que las de quienes se han ido antes que ellos. Si algo debería cambiar las actitudes sociales sobre el suicidio, y el suicidio racional en particular, es que la esperanza de vida se está alargando. Y por ello resulta que la gente experimenta una salud más enfermiza durante más tiempo. La longevidad y la buena salud no siempre van de la mano.
En este contexto se construye este capítulo. Evidencias anecdóticas prueban que el suicidio racional está aumentando en la sociedad occidental avanzada. Un reciente estudio canadiense –realizado desde el campo de la psiquiatría– se ha atrevido a sugerir que sobre el 30% de los suicidios pueden ser el resultado de decisiones racionales o la libre voluntad... Ello sugiere que tal vez la propia clase médica pueda, finalmente, cambiar su visión sobre el asunto.