en un espacio pequeño cerrado son formas frecuentes de actuar. Pero en esos casos el monóxido de carbono se hallará mezclado con grandes cantidades de otros nauseabundos productos del escape. Con ello se pierde el sosiego que sería uno de los beneficios de usar este gas.
Los coches antiguos tienden a producir los mayores niveles de monóxido de carbono en sus escapes. Con la introducción de las gasolinas sin plomo en los años 80 ha habido controles sobre los niveles de monóxido de carbono para cumplir con protocolos de protección medioambiental. Desde 1997 los automóviles nuevos no pueden emitir más del 10% del monóxido de carbono aceptable en 1976. Los convertidores catalíticos obligatorios oxidan a dióxido de carbono la casi totalidad del monóxido de carbono producido.
A pesar de estos cambios significativos en los niveles de emisión de monóxido de carbono, los suicidios por gas de escape de motores se siguen produciendo con sorprendente frecuencia. De hecho, en el período entre 1976 y 1995 en ciertos países la tasa de suicidios con gas de escape aumentó más rápidamente que la matriculación de vehículos (Routley & Ozanne-Smith, 1998). Entre las posibles explicaciones se incluye el hecho de que los motores al ralentí no cumplen necesariamente con los estándares internacionales. En adición, los convertidores catalíticos no funcionan bien cuando están fríos. Tardan varios minutos en calentarse después de un arranque en frío. A pesar de lo cual resulta significativo el creciente número de intentos de suicidio fallidos respirando gases de escape entre dichos años.
Ello no significa que el automóvil no pueda ser usado como una fuente de monóxido para una muerte fiable, pero hay problemas asociados al método. Un aspecto es la conexión mecánica del tubo de escape a la manguera que lleve el gas al interior del coche. Muchos coches modernos tienen tubos de