Si bien la morfina es el ejemplo más corriente utilizado en medicina, muchos otros medicamentos opiáceos se recetan regularmente como analgésicos, incluyendo medicamentos como la hidromorfona, la oxicodona y el fentanilo. Las drogas ilegales heroína y carfentanilo son opioides. El objetivo es la administración sencilla de una sola dosis del fármaco para lograr una muerte apacible y segura. Sin embargo, todos los opiáceos tienen propiedades que los hacen difíciles de utilizar para finalizar la vida de forma fiable.
Morfeo, dios griego de los sueños, con Iris
La dualidad de problemas de sensibilidad y tolerancia
El mayor problema asociado a la administración de opiáceos es predecir su efecto. Hay una sorprendente variación en la sensibilidad de los individuos de una población normal a estas drogas. Personas de físico similar (misma altura, peso, sexo, etc.) pueden tener una respuesta ampliamente diferente ante la administración de un opiáceo.
Una pequeña dosis de morfina que a una persona casi no le haría ningún efecto, podría matar a otra. Es difícil predecir el efecto de la droga en una persona. Cuando estas drogas se utilizan clínicamente, la regla más práctica es “empezar bajo y subir lento” hasta determinar la sensibilidad del individuo a la misma.