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Los requisitos para edificios de gran


altura tuvieron como objetivo, origi- nalmente, exigir una mayor protección en los edificios donde el rescate desde el exterior ya no era posible y, por lo tanto, requiere medidas de protección más rigurosas, sobre todo respecto de la seguridad de los ocupantes. Es así que, la NFPA 101®, Código de Seguridad Hu- mana®, agrupa sus requisitos para edi- ficios de gran altura de acuerdo con la actividad o destino que posee el edificio. Estos requisitos exigen para muchas


actividades la instalación de rociadores automáticos en la totalidad del edifi- cio, bocas de incendio en el interior de las escaleras, un sistema de alarma con mensajes hablados, ya sea pregrabados o de viva voz desde una estación de con- trol, comunicaciones de dos vías para ser utilizado por el personal del depar- tamento de bomberos, iluminación de emergencia que provea una iluminan- cia de 10,8 lux en los medios de egreso, un sistema de energía de reserva gene- ralmente constituido por grupos elec- trógenos y un Centro de Control de la Emergencia desde donde controlar las acciones durante el incendio. Otros re- quisitos como, por ejemplo, el ancho de las escaleras, la cantidad de medios de egreso, el control de los ascensores, los materiales de revestimiento o la señali- zación de las salidas, también influyen en la seguridad de los ocupantes y son comunes a todos los edificios. Si bien las medidas de protección


descritas fueron determinadas en su momento considerando al ocupante característico para cada tipo de ocupa- ción, la conducta humana no había re- cibido para el profesional de la protec- ción contra incendio, más interés que el conocer que los requisitos normativos implicaban, en menor o mayor medida, un análisis de esa conducta, que excedía la labor del profesional que debía apli- carlos en un edificio. El cambio más trascendente ocurrido


en los últimos diez años con relación a la conducta humana durante un incen- dio ha sido, justamente, el considerable incremento del interés y de la forma- ción de los profesionales del incendio en ese tópico. Frecuentemente, cuando se desconoce la necesidad de conside- rar aspectos del comportamiento de los ocupantes, los ingenieros y los arquitec- tos asumen condiciones básicas de la conducta de los potenciales evacuantes, que no se apoyan en ninguna base de la literatura sobre el tema. Un ejemplo es la frecuente mención de la amenaza del pánico, condición de muy rara ocurren-


cia y que, sin embargo, posee una presencia casi permanente en las disquisiciones sobre los procedimientos de evacuación. Otro ejemplo lo constituye la suposición que los ocupantes inician la evacuación en forma automática e inmediata sin que se active la alarma de incendio, reaccionando sin dudas tal como fue instruido. El análisis de la conducta humana requiere una aproxima-


ción que integre datos cualitativos y cuantitativos así como métodos de ingeniería para evaluar el tiempo para la evacua- ción o el movimiento a un lugar de seguridad. La distribución de las salidas, el tipo de alarmas y los climas extremos pueden influir en la decisión de los ocupantes para evacuar. Desalojar un edificio de oficinas será muy diferente, en términos de la conducta de los evacuantes, que proceder a la evacuación de un hotel internacional, donde no hay posibilidad de entrena- miento de los huéspedes y donde se mezclan diferentes cultu- ras y distintas percepciones del riesgo. Para poder predecir las respuestas de los ocupantes ante un incendio deben revisarse las características de estos ocupantes; entre ellas, las corres- pondientes a personas con dificultades en la movilidad, que forman un subgrupo importante a tener en cuenta. La evacua- ción mediante ascensor o la permanencia en lugares de refu- gio no son temas que puedan improvisarse en el momento del incendio.


ASCENSORES PARA EVACUACIÓN: HACIA UNA NECESIDAD INELUDIBLE


La cultura de cualquier ciudad moderna ha establecido, du- rante los últimos treinta años, una regla inamovible: “Si hay un incendio, no utilice el ascensor”. En efecto, debido a los riesgos involucrados por el uso de los ascensores durante un incendio, en 1973 se introdujeron en los códigos de los Estados Unidos (EUA) requisitos que exigen una Fase I —Operación de remar- cado a emergencia— y una Fase II— Operación de emergencia desde el coche—. La primera fase comienza cuando se acti- va un detector de humo en la sala de máquinas de ascensores o en alguno de los vestíbulos de ascensores. El sistema lleva entonces al coche del ascensor a un piso designado, general- mente al de nivel de salida. Cuando un bombero, a través de una llave, inicia la Fase II, los coches quedan disponibles para ser comandados desde su interior y facilitar las actividades de combate del fuego y de rescate.


En los últimos tiempos, la cuestión


del uso del ascensor mientras existe una alarma de incendio en el edificio ha reci- bido nueva energía. Así es que, después de los ataques a las torres del World Tra- de Center el 11 de septiembre de 2001, resultó evidente que la evacuación total de un edificio muy alto requiere mucho tiempo, además de otros inconvenien- tes como la fatiga de los evacuantes, las personas con minusvalías preexistentes o las visitas poco familiarizadas con los medios de egreso del edificio. Las opera- ciones de emergencia exigidas entonces para los ascensores eran perfectamente aplicables para los tipos de emergencias considerados hasta ese momento, que incluían, generalmente, la evacuación de unos pocos pisos y el uso de áreas de re- fugio. Sin embargo, la necesidad de con- siderar la posibilidad de una evacuación total se presenta ahora como un escena- rio impostergable y, por eso, se está con- siderando que la evacuación mediante ascensores es inevitable en edificios de gran altura, donde los minutos entre la detección inicial del fuego y el momento en que los ascensores son conducidos al piso designado por el inicio de la Fase I, pueden utilizarse para salvar vidas. La discusión para lograr el objetivo


que los ascensores puedan mantenerse en operación en forma segura duran- te una emergencia abarca dos temas: los requisitos técnicos y los aspectos de la conducta de las personas. Los as- censores convencionales pueden verse afectados de diversas maneras durante un incendio: el agua proveniente de los sistemas de rociadores automáticos y de las mangueras puede detener su funcio- namiento y el humo que ingrese al foso del ascensor, sin importar si el coche está operando normalmente o detenido, puede fácilmente crear un ambiente le- tal para sus ocupantes. Los analistas del tema plantean que éstos deberán estar específicamente diseñados para proveer protección durante incendios prolon- gados y deberán estar estructuralmente reforzados para soportar las emergen- cias que resulten posibles de ocurrir en el edificio. Volviendo a la conducta de las per-


sonas durante la emergencia, éste es otro aspecto a considerar. Durante una emergencia real los ocupantes de un edificio se encuentran en una condición de considerable estrés y, como resulta- do, pueden no actuar en forma racional. Lo importante consiste en cómo hacer que estas personas utilicen el camino correcto y mantengan la calma en esos momentos. La utilización de los as-


CONTRA INCENDIOS 69


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