PROTECCIÓN EJECUTIVA
pitales, acreditaciones, etc.), ya que no es relevante para el propósito de este artículo; sólo quisiera decir que las em- presas norteamericanas reciben lo peor de las noticias mexicanas relacionadas a la violencia criminal que sufrimos diariamente en México, por ende esta televisora no escatimó en tiempo, ni en gastos para asegurar el máximo nivel de protección posible para la Sra. Rivera y sus acompañantes.
CAMBIO DE AGENDA ESPONTÁNEO
Sin embargo y a pesar del tiempo in- vertido, los detalles fuera de nuestro control (y que sin lugar a dudas tenía- mos que resolver) empezaron a surgir. A 30 minutos del aterrizaje del vuelo privado en el que viajaba la cantante, no habíamos recibido aún el número de matrícula del avión que la transportaba (sobra decir la cantidad de veces que lo solicitamos por todos los medios), por lo que no sabíamos en cuál de los dos aeropuertos que podían recibir el vuelo en Monterrey iba a aterrizar. Una vez que libramos este escollo, resultó que ella y sus acompañantes tenían hambre y en vez de apegarse a la agenda y asistir a la Arena Monterrey, como estaba pro- gramado, decidieron espontáneamente ir a comer cabrito; por consiguiente, nuestro equipo tuvo que empezar a im- provisar rutas, horarios y todo lo que ustedes podrán suponer que un cambio súbito en la agenda conlleva, sobre todo con una persona del ámbito artístico que es reconocida públicamente con suma facilidad. Así transcurrió toda la tarde y toda
la noche, múltiples detalles a resolver caracterizados por escasa información y una pobre comunicación entre ellos y nosotros, mucha improvisación de for- ma gratuita. El concierto que debía ter- minar a las cero horas se extendió hasta la una de la madrugada. Posteriormente la Sra. Rivera atendió a la prensa y ya, rumbo al aeropuerto alrededor de las dos de la madrugada, vino la pregunta: “¿A dónde podemos ir a cenar?”. Sobra decir que en Monterrey y por los rum- bos de Apodaca no hay opción para ello, independientemente de si era o no una buena decisión cenar a esas horas en esos rumbos con las condiciones actua- les que se viven en la ciudad. Al no ha- ber una opción aceptable (pero sí mucha hambre), nos fue hecha la solicitud de detenernos en una tienda Oxxo o 7Ele- ven para poder comprar algo de comer. Fue desde una de estas tiendas que la Sra. Rivera empezó a tuitear a sus fans
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indicándoles nuestra ubicación, invi- tándolos a alcanzarla; sobra decir que la opinión del equipo de seguridad no con- cordaba con la de ella. Estarán de acuer- do conmigo que un Oxxo (tienda de conveniencia) sobre la carretera, rumbo al aeropuerto de Monterrey, a las dos de la madrugada, no ofrece las mejores condiciones de protección para que una artista sea visitada por sus fans posterior a un concierto, sobre todo recordando que los narcos locales gustan del género musical que la Sra. Rivera cantaba y sa- bíamos que más de uno estuvo presente en su concierto. Una vez terminada la “cena” y des-
pués de haberse tomado algunas foto- grafías con los fans que acudieron al lla- mado vía Twitter, finalmente llegamos al aeropuerto alrededor de las tres de la madrugada. Suponemos que los pilotos verificaron las condiciones de la ruta, el vuelo fue autorizado y el resto de esta desafortunada y triste historia es ya del conocimiento de todos ustedes... y es aquí que mi reflexión inicia.
REFLEXIÓN SOBRE EL CASO
¿Qué representa una figura pública como un afamado artista o un exito- so empresario? Para el público en co- mún puede ser solamente lo que esas personas dejan ver en medios sociales (noviazgos, divorcios, presentaciones públicas, escándalos, lanzamientos de productos, etcétera), pero para aquellos más cercanos a esas personas, se puede entender la complejidad del negocio en el que están envueltas y la gran cantidad de dinero involucrada (ya sea como po- sibles ganancias o pérdidas) en la toma de decisiones del día a día. Voy a ser enfático en el concepto de toma de de- cisiones, proceso del cual se han escrito miles de libros al respecto. En 1990, el jefe de seguridad de la banda de rock Bon Jovi (Patrick, un
australiano de casi dos metros), en su primera visita a México cuando los con- ciertos eran sumamente esporádicos, por no decir casi inexistentes, me indi- có: “Si algo malo llegara a pasar, ustedes se hacen cargo de proteger y evacuar a Jon” (vocalista y líder del grupo). Al cuestionar el porqué no poner la misma atención al resto de los miembros de la banda, su respuesta fue: “Jon Bon Jovi puede conseguir otros músicos, pero los músicos no pueden conseguir a otro Jon Bon Jovi”. La respuesta fue cruda, pero de una honestidad inigualable; Jon valía (y sigue valiendo) millones de dólares en todos los sentidos y no sólo para él, su grupo y staff, sino para disqueras, revis- tas, programas de televisión, promoto- res de conciertos, fabricantes de posters y camisetas, y muchos otros más. La Sra. Rivera en su justa dimensión
y estilo musical era una estrella que ge- neraba (y continuará generando a través de su música) millones para múltiples empresas a su alrededor. ¿En qué mo- mento se pensó que no era necesaria la presencia de un experto en seguridad que la cuidara en la parte operativa del día a día y que estuviera al tanto de la parte táctica y estratégica? Alguien con la suficiente experiencia y pericia para haber contestado a los siguientes cues- tionamientos:
¿Por qué rentar (o aceptar gratuita- mente) un servicio de avión privado con 43 años de servicio de una em- presa que no se dedica a la transpor- tación de pasajeros? Existen múlti- ples compañías de taxis aéreos y de vuelos comerciales y por favor, no me digan que no había suficientes recur- sos monetarios para que el jet no fue- ra de reciente modelo.
¿Por qué una tripulación de vuelo tan criticada? El copiloto tenía 20
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