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se estima que por lo menos la mitad de las cámaras instaladas en Estados Uni- dos en los últimos diez años, están de adorno. No tienen utilidad real, ya que quienes las compraron e instalaron nun- ca definieron sus riesgos, ni qué querían como objetivos concretos de su instala- ción, como parte de un sistema lógico.


¿QUIÉN OBSERVA LO QUE CAPTAN LAS CÁMARAS?


Al faltar el que observa, que es un ele- mento esencial, los resultados son nulos. Si a esto se aumenta el hecho de que has- ta hoy existen pocos medios para capa- citar al personal que opera las cámaras, quienes en general tienen como consig- na: “siéntate -por ocho o doce horas se- guidas- frente a unas 50 cámaras, a ver si vez algo”. Por supuesto que este personal no ve gran cosa, y el que logra usar las cá- maras adecuadamente es por accidente o casualidad. Esto ocurre tanto en el sector privado como con varios elementos poli- ciales y de seguridad municipal, estatal y federal que han implementado el uso de cámaras. Es común oír la queja de que desde


que se pusieron las cámaras el índice de criminalidad “no ha cambiado”. Y tienen razón, pero no es culpa de las cámaras o de los operadores. La culpa es totalmen- te de quien toma la decisión de com- prarlas e instalarlas sin saber para qué o cómo trabajan estos sistemas. Y todos sabemos que cero más cero


nos da cero. Aunque en estos casos el retorno es negativo, pues se hizo el gas- to del equipo, se aumentó personal y al final no se sabe por qué no hay resulta- dos. La primera falla está en no tomar el tiempo necesario para analizar la si- tuación y hacer un estudio de riesgos y vulnerabilidad guiado por un experto en seguridad, para saber si realmente el uso de cámaras es parte de la solución, así como determinar qué tipo de videovigi-


lancia se requiere y conocer cuántas cá- maras se necesitan y dónde instalarlas.


¿POR QUÉ ES IMPORTANTE HACER UN ESTUDIO DE RIESGOS?


Los sistemas de


videovigilan- cia requieren tres


elementos


esenciales: el equipa- miento, el personal


operativo y el personal de


dirección y/o supervisión


Junto con esto es necesario saber los usos y resultados esperados, tanto del monitoreo en vivo como de las graba- ciones resultantes del mismo. Todo lo que ven las cámaras está grabado en al- guna parte, pero con una utilidad míni- ma, ya que los usuarios rara vez saben lo que quieren y para qué lo quieren. Casos hay muchos, por ejemplo, una cadena hotelera pidió a una empresa de cámaras que les cotizara un nuevo ho- tel y presentó un presupuesto de entre 400 y 600 cámaras. Al mismo tiempo la empresa pidió otra cotización pero con la asesoría de un experto de segu- ridad con el simple hecho de preguntar la justificación del número de cámaras propuesto; la primera empresa, sin ex- plicación, redujo el número a menos de la mitad. Otro ejemplo dramático y preocu-


pante es el proyecto de Video Vigilan- cia Administrada Integral (VIVA) de las aduanas de Mexico. Un desperdicio de dinero colosal, simple y sencillamente porque se decidió dejar todo en manos de personal altamente calificado en tecnología, pero sin un solo experto en seguridad. El resultado del diseño son cientos de millones de pesos utilizados en un sistema que no tiene principio ni fin. Al ser alertados del error y de la so- lución decidieron no hacer lo necesario porque les sería bochornoso el admitir la mala planeación, en lugar de tomar responsabilidad para corregir a tiempo y de forma relativamente simple. En una presentación sobre la gober-


nabilidad democrática en el Banco Inte- ramericano de Desarrollo, Carlos Jarque muy claramente expresó lo siguiente, hablando de tecnología y seguridad: “La tecnología aumenta la eficacia, eficien- cia y transparencia de la gobernabilidad democrática. Sin embargo, la tecnología sola no aporta fórmulas mágicas. No obstante, en las instituciones y en los procesos existe el riesgo de que la tecno- logía ayude a hacer más eficientemente lo que se hace mal”. Y esto desafortunadamente no sólo


es cierto en el Servicio de Administra- ción Tributaria (SAT), sino en hospita- les, empresas, bancos, etc. donde sola- mente “después del niño ahogado tapan el pozo”, generalmente con una solución reactiva, no una planeada a la medida de su perfil de riesgos.


La situación de que muchas institu-


ciones aún consideren innecesario hacer consultas profesionales de estudios y de análisis de riesgo, es al mismo tiempo interesante y triste, porque estas investi- gaciones ayudan a establecer los peligros reales y las opciones claras para preve- nirlos o resolverlos, complementándose con planes de soluciones que definan tanto los equipos como la capacitación de quienes los van a usar, y más impor- tante aún, la preparación de quienes van a recibir los beneficios y/o supervisarlos. Lo más importante es tomar el tiem-


po para validar las necesidades y detec- tar los posibles errores y problemas an- tes de hacer la inversión. En los medios gubernamentales de Estados Unidos hacemos una pregunta retórica que es también muy válida en México: “¿Por qué nunca tenemos tiempo de hacer las cosas bien, pero siempre tenemos tiem- po para hacerlas dos veces?”.


REALIDAD QUE ENTORPECE A LA SEGURIDAD


Para complicar todavía más el problema que resulta de no buscar la asesoría de profesionales, está el hecho, especial- mente en formaciones policiales, de que poco se ha cambiado en la asignación de personal, sobre todo a nivel supervisor y de comando. Una de las frustracio- nes más grandes del policía o personal de seguridad profesional o de quienes aspiran a ser profesionales, es la triste realidad que un gran número de “jefes”, que son jefes en nombre solamente; un considerable número son amigos de los que están en los puestos más altos y son “nombrados” no por su capacidad profesional, sino porque son amigos de alguien y porque les encanta gritar órde- nes sin tener la más remota idea, ni sa- ber lo que realmente se requiere de ellos en los puestos asignados. Su cualidad de “enojones” va en pro-


porción directa a la ignorancia de su cargo y la falta de capacidad como líde- res para llevar a su personal asignado al éxito de su misión. En gran parte, esta falta de capacitación y profesionalismo demuestra “su falta de ignorancia”, como diría Mario Moreno Cantinflas, actor cómico mexicano. Los resultados son muy obvios en re-


ferencia al tema de los monitoristas de cámaras, al no saber las capacidades y limitaciones del equipo, sin un estudio adecuado que defina si lo que se instaló es un sistema completo, sobrado o ade- cuado para las necesidades de la institu- ción, el siguiente paso es sencillamente contratar o reasignar personal y darles


C C T V 11


Foto: shutterstock


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