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EL ARTE DE DERROTAR A LOS OPOSITORES Es decir, ganar o conservar el poder político implica
una buena dosis de astucia, creatividad e inteligencia, no sólo para obtener los votos que se requieren para cons- truir mayorías electorales estables, sino, sobre todo, para derrotar a los adversarios. Las campañas negativas, cuyo objetivo central es derrotar a los opositores, se han con- vertido en prácticas privilegiadas de los partidos y candi- datos que disputan un cargo de elección popular, a pesar de las restricciones normativas. Este tipo de campañas, adquieren el adjetivo de negativas porque se centran en hablar del adversario, generalmente en contra, en lugar de hablar sobre las fortalezas o propuestas propias. En los países de América latina, las campañas electo-
1828
En México, la primera elección para definir a un representante popular, en lo que hoy se de- nomina Estados Unidos Mexica- nos, se realizó en 1828
rales se institucionalizaron como ejercicios políticos ru- tinarios para elegir a sus representantes después de los grandes movimientos de independencia de comienzos del siglo XIX. México logró su independencia de España en 1821 (reconocida por la Corona española hasta 1836), Argentina en 1816, Venezuela en 1811, Chile en 1818 y Brasil se independizó de Portugal en 1822. A partir de estos años, se empiezan a impulsar procedimientos de- mocráticos primarios para elegir a sus gobernantes. En México, por ejemplo, la primera elección para defi-
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nir a un representante popular, en lo que hoy se denomi- na Estados Unidos Mexicanos, se realizó en 1828, época que coincidió con el inicio y la construcción del Estado mexicano. A partir de esta fecha, las campañas empie- zan a institucionalizarse en nuestro país, como ejercicios rutinarios para definir el carácter de la representación pública. Sin embargo, por muchos años las campañas se transformaron en meros ritos protocolarios para el acce- so al poder político, ya que debido a la predominancia de un partido hegemónico de Estado, las contiendas eran realmente inequitativas y avasalladoras. En otros países de la región, las elecciones se institu-
cionalizaron como prácticas rutinarias para elegir a sus go- bernantes. Sin embargo, durante la décadas de los sesenta y setenta del siglo XX, se orquestaron diferentes golpes de Estado, impulsados por diferentes personajes castrenses y grupos militares, instaurándose gobierno de corte autori- tario en la mayoría de las naciones latinoamericanas. No fue sino hasta el inicio del proceso de transi-
ción a la democracia, que se dio durante la década de los ochentas del siglo pasado, cuando las campañas electorales empiezan a ser mucho más competidas y se transforman en mecanismos legítimos férreamente dis- putados por dos o más actores políticos para el acceso al poder público. De esta forma, de meros ritos proto- colarios como en el caso de México o de prácticas qui- méricas, las campañas se tornaron en verdaderas con- frontaciones entre candidatos y partidos por la disputa del poder, utilizando una serie de técnicas, estrategias, conocimientos y tecnologías existentes en el mercado. Hoy día, las campañas se han transformado en ejer-
cicios sofisticados y modernos en los que se involucra e invierten grandes sumas de dinero, tiempo y recursos humanos para tratar de alcanzar o conservar el poder. Sin embargo, se siguen utilizando viejas prácticas y es-
Noviembre - Diciembre 2012
LA GRAN MAYORÍA DE LAS CAMPAÑAS ELECTORALES HAN ADQUIRIDO EL PERFIL NEGATIVO, CONVIRTIÉNDOSE EN UNA VERDADERA “GUERRA SUCIA,” CON EL ÚNICO OBJETIVO DE CONSEGUIR O CONSERVAR EL PODER POLÍTICO.
trategias propias de los regímenes pre-democráticos, a pesar de que lo que indica la normatividad electoral. Tal es el caso de las campañas negativas que se sustentan en la crítica, denotación y ataque a los adversarios o aquellas campañas que promueven el miedo como es- trategia para tratar de ganar la elección. De hecho, sin temor a equívocos, bien se puede ase-
gurar que lo que predomina, hoy día a nivel regional, son las campañas de la calumnia, sustentadas en el intento de destrucción de los adversarios más que en las pro- puestas e ideas propias para tratar de construir consen- sos sociales. Es decir, las campañas tratan de ganar la elección no con base en las propuestas, ideas y fortale- zas propias, sino en las debilidades, errores y el historial cuestionable, real o inventado, de los adversarios. De esta forma, la gran mayoría de las campañas
electorales han adquirido el perfil negativo, convirtién- dose en una verdadera “guerra sucia,” con el único obje- tivo de conseguir o conservar el poder político. Atrás han quedado los planteamientos ideológicos, los proyectos de nación, las propuestas e ideas para avanzar hacia una sociedad más civilizada y moderna, o si las que existen sólo se presentan como ritos protocoloarios para cum-
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