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producción mundial de granos no es sostenible con respecto al uso del agua (Ringler et al. 2011), y 1.400 millones de personas viven en áreas con niveles de agua subterránea en franco descenso (FAO 2009). Los recursos hídricos están distribuidos en forma desigual a lo


largo del planeta sin guardar, en general, relación alguna con la población o con las áreas de tierras. Por ejemplo, en 2005 la disponibilidad per cápita de agua en los países más poblados —China y la India— era moderadamente baja, alcanzando unos 1.691 metros cúbicos y 1.101 metros cúbicos respectivamente. En contraste, la disponibilidad de agua en Brasil (en quinta posición en términos de población) era de 32 525 metros cúbicos, y en Rusia (en séptima posición en términos de población), de 28.259 metros cúbicos. Como consecuencia de los cambios demográficos en China y la India, se espera que la disponibilidad de agua descienda aún más, hasta 1.507 metros cúbicos y 856 metros cúbicos per cápita en el año 2030 respectivamente, y con variaciones subnacionales mucho mayores13


.


Falkenmark, Lundqvist y Widstrand (1989) sugieren que la disponibilidad anual de agua per cápita por debajo de 1.000 metros cúbicos limita el desarrollo económico y la salud y bienestar humanos, y que la disponibilidad por debajo de 500 metros cúbicos que se experimenta en la mayor parte de los países de Oriente Medio y el Norte de África constituye una limitación importante para la propia vida. La agricultura consume el 80% del “agua azul“ de ríos y


acuíferos, y es por ello tanto vulnerable a la escasez de agua como contribuyente a la misma (Rosegrant, Cai y Cline 2002). La escasez de agua se ve exacerbada por el cambio climático, en especial en las áreas más secas del mundo, que son el hogar de más de 2.000 millones de personas y de la mitad de todas las personas pobres. Además, el incremento de las inundaciones como resultado del cambio climático y de la degradación ambiental constituye una amenaza para la agricultura en muchas partes del mundo. Aparte del crecimiento poblacional, otros factores también


afectan el uso actual y futuro del agua a nivel mundial. El crecimiento económico, por ejemplo, aumenta la demanda de agua por parte de los hogares, las industrias y los productores agrícolas. La urbanización está asociada a dietas que utilizan agua en forma más intensiva (carnes, leche, vegetales y azúcares). Los precios más altos de la energía aumentan el costo del bombeo de agua para riego e incrementan la demanda de energía hidráulica. El cambio climático está elevando las temperaturas y modificando los patrones de precipitación, incrementando en forma directa la demanda y reduciendo la disponibilidad de agua para la agricultura de regadío y de secano en todo el planeta. El potencial de crecimiento del suministro de agua es limitado,


pero la demanda doméstica e industrial de agua está creciendo rápidamente. Como resultado, el agua está siendo transferida de la agricultura hacia usos domésticos y agrícolas (Rosegrant, Cai y Cline 2002). Esta transferencia hará que el agua de riego sea más escasa en los países menos desarrollados que crecen rápidamente, particularmente en China y en algunos países de Oriente Medio y el Norte de África. Para el 2050 solo un 66% de las demandas de agua de riego podrán ser cubiertas, en comparación con un 78% en el año 2000 (Rosegrant, Ringler y Zhu 2009). De esta forma, los niveles actuales de productividad hídrica, en un escenario de crecimiento económico medio, serán insuficientes para asegurar la sostenibilidad y para reducir los riesgos para la gente, los sistemas alimentarios y las economías. Si las cosas se siguen haciendo como de costumbre, para el 2050 las proyecciones indican que un 52% de la población mundial


(4.800 millones), un 49% de la producción global de granos y un 45% del PIB global ($63 billones a precios de 2000) estarán en riesgo debido al estrés hídrico. Dicho estrés determinará las decisiones clave de inversión, aumentará los costos de explotación en los sectores ligados al agua, la energía y los alimentos, y afectará la competitividad de las regiones con escasez de agua (Ringler et al. 2011).


CAMBIO CLIMÁTICO. La agricultura es extremadamente vulnerable a los impactos adversos del cambio climático, en particular en los sistemas de secano de África, y en los sistemas de regadío de Asia (ADB/IFPRI 2009; Nelson et al. 2009a; Nelson et al. 2010). La FAO estima que para el 2085 el cambio climático podría ocasionar una pérdida del 11% de tierras arables en los países en desarrollo. Para África, el cálculo estimado es mucho más alto (FAO 2012). Las mayores temperaturas reducen el rendimiento de los


cultivos en gran parte del mundo, al mismo tiempo que promueven la proliferación de malezas, enfermedades y plagas. Los cambios en los patrones de precipitación modifican las temporadas de producción e incrementan la posibilidad de pérdidas de cosecha a corto plazo y de declives en la producción a largo plazo. Aunque el cambio climático podría acarrear mejoras en el rendimiento y en las áreas de producción de ciertos cultivos y en ciertas regiones, está proyectado que los impactos globales sobre la producción agrícola en general serán altamente negativos, ocasionando precios crecientes de los alimentos, los cuales intensificarán los riesgos de hambre. De acuerdo con Parry et al. (2009), está previsto que el número


de personas en riesgo de padecer hambre aumentará entre 10% y 20% para el año 2050 como resultado del cambio climático. Las proyecciones IMPACT del IFPRI muestran aumentos en el número de niños malnutridos de hasta el 21% para 2050 como resultado del cambio climático (Nelson et al. 2009a). Dado que se espera que el impacto del cambio climático sobre la malnutrición infantil sea mayor en el África Subsahariana, se requiere fortalecer particularmente los esfuerzos que se realizan en esa región para mejorar las distintas dimensiones del GHI. Al mismo tiempo, la agricultura contribuye con un 9% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Si se incluyen además el


Kaseija Jailesi e Irene Kaseija


Distrito Kabarole, Uganda


“Ya es difícil llegar hasta los pozos, porque hay que cruzar las propiedades de otra gente para llegar hasta ellos. Pero eso está prohibido y muchos propietarios están cercando sus terrenos. A medida que empeore la situación de la tierra, la situación del agua se tornará más difícil”.


Índice Global del Hambre 2012 | Capítulo 03 | Seguridad alimentaria sostenible en situaciones de penuria de tierras, agua y energía 31


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