conservación, el riego de baja presión y de bajo consumo de agua, y el manejo mejorado de los fertilizantes, se harán más rentables. Los precios de la energía afectarán también la manera en que
se usan los recursos hídricos. Se tornará más caro extraer y conducir agua de riego —particularmente mediante el uso de bombeo para riego— así como desalinizar el agua de mar para consumo humano y uso doméstico. Los mayores costos de la obtención del agua crearán incentivos para desarrollar mecanismos más eficientes para distribuir agua y reducir las pérdidas, las fugas y la escorrentía de aguas. Los subsidios del gobierno para los servicios de agua y energía y para los fertilizantes se harán más y más onerosos y podrían llegar a ser fiscalmente insostenibles para muchos países en desarrollo. Esta situación podría crear incentivos para reformar las políticas sobre recursos hídricos y para reducir tales subsidios. Sin embargo, hasta la fecha hay poca evidencia de tales reformas. Los precios ascendentes de la energía también llevan a una mayor demanda de energía hidroeléctrica, con impactos a menudo positivos para los usos doméstico, industrial y de riego, pero también con efectos sociales y ecológicos adversos, tales como el reasentamiento y las pérdidas en pesca y en otros servicios de los ecosistemas de agua dulce.
TIERRAS. A nivel mundial, la agricultura tiene lugar en un contexto de escasez de tierras, tanto debido a que las mejores tierras arables del planeta ya están bajo cultivo como por el hecho de que las prácticas agrícolas han llevado a la degradación de cantidades importantes de tierras de labranza. Al mismo tiempo, la demanda creciente de productos no alimentarios (pienso, combustibles y fibra) está ejerciendo presión adicional sobre la producción agrícola y el uso de la tierra. Los sistemas cultivados11
cubren un 25% de la superficie
terrestre del planeta. Para cubrir las crecientes demandas de alimentos podría ser necesario un incremento en el área actual de cultivos y pasturas de un 10% a un 20%. Este incremento se daría principalmente a partir de tierras dedicadas a pastizales y bosques (Evaluación de los Ecosistemas del Milenio 2005a, b). La demanda de productos agrícolas no alimentarios podría incrementar de manera significativa la necesidad de tierras adicionales. Tal expansión tendría impactos tanto directos como indirectos sobre otros ecosistemas y particularmente sobre la biodiversidad. La intensificación —es decir, las prácticas que permiten obtener mayor cantidad de producto a partir de una cantidad dada de tierras— será clave para reducir al mínimo la conversión de tierras naturales en tierras agrícolas, preservando de este modo la biodiversidad terrestre. Al mismo tiempo, si la intensificación se maneja deficientemente, puede darse un aumento de la escorrentía de fertilizantes y plaguicidas hacia los cursos de agua, afectando negativamente la salud pública y los ecosistemas acuáticos costeros y continentales. Las prácticas agrícolas no sostenibles ya han ocasionado
degradación de las tierras, incluyendo desertificación, deforestación, salinización y erosión de suelos. Entre las causas subyacentes a estas formas de degradación de las tierras se encuentran la alta densidad poblacional, la pobreza, la falta de tenencia de tierra y la falta de acceso a servicios de divulgación y a otras formas de conocimiento, infraestructura y mercados (Nkonya et al. 2011). Las políticas comerciales distorsionadoras, las políticas de precios de los productos y los subsidios a los insumos, particularmente al agua y a los fertilizantes, también han contribuido a la degradación. Una forma de analizar la degradación de las tierras es medir la pérdida de producción primaria neta, que es, en esencia, el declive del
Tomnissoi Davlat Distrito Baljuvon, Tayikistán at Samath
“Este año solo coseché 500 kilogramos de trigo por hectárea. Planté mis semillas demasiado tarde porque el precio de los combustibles aumentó fuertemente al inicio de la primavera… Cuando logré reunir dinero suficiente para combustible y para pagar los servicios de labranza, ya era demasiado tarde”.
Robert Mugabe Distrito Kabarole, Uganda
“No tengo ingresos. Solo tengo un par de acres para sembrar maíz, repollo, frijol, tomate y cebolla. Al mismo tiempo debo cuidar de mi madre y mi hermana. Así que la subida de precios resultó muy estresante para mí para poder comprar parafina y leña. Pero estoy trabajando duro y vendiendo algunos de mis productos… Lo más importante es que tenemos suficiente para comer. Así que estamos ahorrando en energía. En lugar de usar cuatro lámparas de parafina para iluminar la casa, ahora usamos solo una”.
Fulmani Mandi Jharkhand, India
“Estoy muy preocupada por el futuro de mis hijos. Ahora tenemos 2,5 acres de tierra. Tengo tres hijos. Cuando ellos se repartan la tierra, cada uno obtendrá apenas 0,8 acres, que no alcanzan para nada. No sé cómo van a sobrevivir”.
Índice Global del Hambre 2012 | Capítulo 03 | Seguridad alimentaria sostenible en situaciones de penuria de tierras, agua y energía 27
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