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PALACIO DE LECUMBERRI


En México, una de las prisiones que ha despertado más interés de los ciuda- danos y más literatura ha generado es la desaparecida cárcel de Lecumberri. Esta penitenciaría fue inaugurada el 29 de septiembre de 1900 por el presidente Porfirio Díaz y dejó de servir como pri- sión en 1976. Ubicada al noreste de la Ciudad de


México, fue edificada en un predio que fuera propiedad de la familia Lecumbe- rri. El proyecto arquitectónico estuvo a cargo de Antonio Torres Torrija y se basó en el modelo panóptico de Jeremy Bentham, en el que todo se puede vigi- lar desde un único punto sin ser visto. Originalmente estuvo planeado para al- bergar a 800 varones, 180 mujeres y 400 menores de 18 años. Las crujías tenían celdas con cama y servicio de sanita- rio para un solo preso; en cada pasillo existía una celda de castigo con puertas sólidas que tenían una mirilla. Además, contaba con talleres, enfermería, cocina y panadería. En 1908 su construcción fue amplia-


da para albergar a una mayor cantidad de internos, pero existen datos que en 1971, alcanzó una población de 3 mil 800 reclusos. Con el paso del tiempo, recibió el nombre de “El Palacio Negro de Lecumberri” debido a las cruentas narraciones de sus internos. Durante sus 76 años como prisión, sólo dos per- sonas lograron escapar: el general de la Revolución Mexicana, Pancho Villa, y Dwight Worker, narcotraficante estado- unidense. Con la evolución del sistema carcela-


rio, dicha penitenciaría de la Ciudad de México dejó de ser funcional e insufi- ciente; la inauguración de la cárcel para mujeres y nuevos reclusorios permitió su desalojo. Finalmente, la sobrepobla- ción, corrupción y desatención jurídica de los casos de los reos orillaron a su clausura el 27 de agosto de 1976, para convertirse 1982 en la sede del Archivo General de la Nación. Entre los prisioneros famosos que


albergó, destacan el muralista David Alfaro Siqueiros, Valentín Campa, los luchadores sociales, Heberto Castillo y Valentín Campa; el asesino de León Trotsky, Ramón Mercader; los escrito- res José Agustín, José Revueltas, Álvaro Mutis, William Burroughs y el asesino en serie, Francisco Guerrero “El chale- quero”.


En la


“supermax”, en Colorado, Estados


Unidos, los


presos viven en células


individuales en las que


permanecen encerrados


23 horas por día


LA CÁRCEL DE ALCATRAZ


La Bahía de San Francisco en Estados Unidos es el punto geográfico en donde quizá se ha edificado una de las cárceles más seguras pero también más crueles de la historia: la prisión federal de la Isla Alcatraz o La Roca (como localmente se conoce). Los cuarteles disciplinarios de Esta-


dos Unidos de Alcatraz fueron adquiri- dos por el Departamento de Justicia de los Estados Unidos el 12 de octubre de 1933 y la isla se convirtió en una peni- tenciaría de la Agencia Federal de Pri- siones en agosto de 1934 para recibir a los reos más peligrosos de las cárceles estadounidenses. Los estrictos controles de conducta


y las celdas reducidas terminaban por enloquecer a los internos. Una de las normas más extremas era aquella que prohibía hablar y las instalaciones en línea que limitaban el tránsito de los in- ternos para impedir cualquier contacto humano. Durante su estancia, los internos eran


sometidos a baños de agua sumamen- te caliente para evitar que sus cuerpos resistieran las bajas temperaturas si es que alguno intentaba fugarse de la isla, además de que corría el rumor de que el centro penitenciario estaba rodeado por voraces tiburones. La seguridad de la cárcel ostentaba


que nadie podía escapar con vida, ya que la mayoría se ahogaba y si alguno logra- ba llegar más lejos, era muerto a tiros o capturado y fusilado. Algunos historia- dores documentan que en total existen


registros de 13 intentos de fuga y que probablemente Frank Lee Morris, un preso que destacaba por su inteligencia, junto con los hermanos John y Clarence Angli, lograron cruzar el mar y escapar. Entre los recluso más famosos de Al- catraz se encuentran Al Capone, gáns- ter estadounidense; Robert Franklin Stroud, el “Hombre Pájaro de Alcatraz” y Alvin Karpis, quien pasó más tiempo en Alcatraz que cualquier otro recluso. El debate sobre la necesidad de ga-


rantizar los derechos humanos, su fun- cionalidad y el hecho de que el viento erosionaba y debilitaba su estructura, obligaron a cerrar la prisión en 1963. Hoy en día, la isla es un sitio histórico operado por el Servicio de Parques Na- cionales, como parte del Parque Nacio- nal Golden Gate, y está abierto para vi- sitas al público.


CÁRCELES DE MÁXIMA SEGURIDAD


Actualmente, llaman la atención las “supermax”, es decir las prisiones de máxima seguridad que recurren al uso de tecnología para mantener el orden y procurar la seguridad en sus instalacio- nes. Rayos láser e infrarrojos, videocá- maras, perros adiestrados y demás solu- ciones de seguridad están al servicio de estos centros para albergar a los crimi- nales más peligrosos. En Estados Unidos se encuentra la


prisión del Sistema Federal ADX Flo- rence, ubicada en la ciudad de Floren- ce en el estado de Colorado, mejor co- nocida como la “supermax”. En ella, se


PRISIONES 133


Foto: © Darren Patterson | Dreamstime.com


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