casos y rostros
-¿La tarareas, la inventas?
-Sí, se tararea, se inventa, se sigue adelante, te volteas, dices otra cosa.
-¿En qué momento ha sido para ti vital ser cantante?
-Creo que en el momento en que se
dio ese movimiento tan importante de la nocturnidad, que comenzó a principios de los ochenta. Siempre estuve vincula- da con las actividades musicales. Hasta estuve metida en teatro.
-¿Cómo surge lo de la movida nocturna? Se requiere valor, porque no era cantar en un escenario. Era pararse y cantar frente a personas que estaban comiendo y bebiendo, hasta conversando.
-A raíz del viernes negro, que en ese
material se perdió. Nosotros nos quedamos con unas pastas originales y ahora, con mis amigos de Esperanto, vamos a sacar una edición de un disco recopilatorio donde se incluirá el tema.
-¿En qué momento de tu vida supiste que la música era tu destino?
-Siempre lo sentí. A los siete años, mi
madre quería que estudiara piano en la escuela Juan Manuel Olivares en la Alta Flo- rida. Ella siempre quiso que nos vinculára- mos con todo lo relacionado a la cultura y el deporte. Estudiábamos en unos colegios extraordinarios, eran públicos, pero de pri- mer nivel. Uno era el Experimental Vene- zuela. Recuerdo que ella insistió mucho para que estudiara teoría y solfeo, y por supuesto, piano. Quería que fuera pianista. Mientras tomaba mis clases de teoría y sol- feo y piano, escuchaba en los otros salones de clases de la academia vocecitas haciendo coros y solos. Un día me jubilé y me asomé en el aula de la que venían esos sonidos que me atraían. Era nada menos que la profe- sora Modesta Bor, músico y compositora venezolana. Ella era uno de los seres huma- nos más importantes dentro de la música coral infantil. Me quedé escuchando hasta que ella se dio cuenta y me invitó a entrar a cantar con las primeras voces de las niñi- tas. Comencé a cantar las canciones corales de toda la vida como “Los Chimichimitos”, todas las canciones venezolanas infanti- les que forman parte de nuestra tradición musical. Luego de varios días, me quedé en la coral. Quedé de primera voz. Por supues-
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to, se fue al traste el piano, la teoría y el sol- feo. A partir de ese momento, comprendí que si de la música algo me pertenecía, era el canto.
-En cuanto a lo académico, ¿cuál es tu formación?
-Hice mis estudios de primaria,
bachillerato y entré en la Universidad Central de Venezuela a estudiar adminis- tración comercial. No me gradué porque me tropecé con el cine y la televisión a raíz de unas amigas, Elizabeth Quintana y Elba Escobar. Nos encontramos en una fiesta donde coincidimos con directo- res de cine y teatro como César Bolívar y Román Chalbaud. Un día me llamó César Bolívar y me dijo que había notado que podía tener capacidad para ciertas cosas que tuvieran que ver con la televisión y el cine y entré a trabajar como asistente de
producción en Radio Caracas Televisión,
en 1979. Luego me fui con ellos a hacer cine en Todasana, donde nos interna- mos tres meses a hacer Domingo de resu- rrección de César Bolívar. Además, en el reparto estaban Juan Manuel La Guardia y Carmen Julia Álvarez, aquello fue un disfrute total. Franklin Vírgüez estaba haciendo pininos con Flavio Caballero. Luego vino Homicidio culposo con Javier Vidal, Julie Restifo y Elba Escobar.
-¿Nunca se te ha olvidado la letra de una canción?
-Como no, uuuhhhhhhhhh, claro que
sí.
| Especial Día del Padre | Junio 2010
momento puede haber sido fatídico para muchas personas, para nosotros los can- tantes fue beneficioso. Para los artistas que estábamos en Caracas, fue el comienzo de una etapa fabulosa. Creo que la década de los ochenta fue cuando surgió práctica- mente todo el mundo. Empiezan a relu- cir Sergio Pérez, Yordano, Ilan Chester, Franco de Vita, Kiara, Elisa Rego, Floria Márquez, Toña Granados y Gisela Guedez, entre otros. Yo había empezado ya en 1979 a dar
conciertos en grupos vocales. Este año estamos pisando los 30 años de vida artística. A final de 2010, vamos a cele- brar un concierto como es debido. Manejar la nocturnidad no fue nada
fácil. Hubo mucha gente que me confun- dió. Una mujer cantando de noche en un sitio donde se bebe y se come, da qué pensar.
-¿Pensaron que eras una prostituta?
-Muchos caballeros fueron con la
intención de hacer ofertas. Hubo hom- bres que iban todas las noches y manda- ban servilletas con poemas. El otro día, en mi casa en Maracay, encontré una cantidad de notas fabulosas, declaracio- nes de amor. Hace poco, unos amigos me llevaron papeles que ellos guardaban con declaraciones de amor profundo.
-¿Había vulgaridades?
-Fíjate que no, nunca hubo nada
vulgar. Creo que las dos dueñas de los locales en los que trabajé eran tan fuer- tes, que infundían respeto. Una fue Graciela Bernardini, pionera en esto. Ella me escuchó cantar una noche que estábamos celebrando con los compa-
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