casos y rostros
dos, originando un color virtual o subje- tivo. A todas estas experiencias, el artista las llamó Phisiocromías. Recuerdo a mis hijos caminando de
un lado al otro frente a una phisiocromía. Buscaban el motor, querían descubrir el truco. Verde, decía uno que iba, azul decía el que venía. Tiene que haber una explicación. Sí la hay. “Mis phisiocromias son unas trampas
de luz donde ésta rebota y crea colores que no están sobre el soporte. El color, que está pintado sobre el soporte, flota. Es una obra sistemática y programada. Se repite hasta el infinito y el color del primer palito nunca es el mismo del último. Hay obras en la que uso cinco colores que, permutados, me dan 120 resultados diferentes”. Cruz-Diez fracciona el plano del color
Carlos Cruz-Diez | Ambiente cromointerferente 1974 | Centre Georges Pompidou, Paris, France 2003 Courtesy of Atelier Cruz-Diez, Paris
obras. Hay piezas inimaginables de sus inicios. Fue un honor poder ver, con mis ojos, esas obras. Luego, cuando nos des- pedimos, él dijo que el arte no era nada sin aquellos que lo ven y lo disfrutan. “Ése es el propósito del arte que busco,
porque el hecho de hacer participar al espectador es precisamente el aporte que el arte cinético ha dado al arte universal. De una actitud pasiva y contemplativa se pasa a una actitud activa y participativa, que involucra al espectador en el soporte que el artista ha puesto en juego. El cuadro es una reflexión. Allí hay un análisis. Es una propuesta que una persona hace sobre las cosas. El cuadro es el mejor invento para detener el tiempo. Cuando el hombre se dio cuenta de esto, inventó la pintura como un testimonio de lo que ya pasó. El cuadro es eso. Mi propósito en las obras es mostrar que el tiempo no existe. No hay pasado ni futuro, es el presente. Es el instante. El color haciéndose en el instante”. Si reflexionamos sobre esto, corrobo-
ramos que Carlos Cruz Diez busca com- partir sus descubrimientos sobre el color con la humanidad. Desde los años cincuen- ta ha experimentado, leído e investigado sobre el color. Ha llegado a conclusiones como que el color es una situación inesta- ble. Esto es producto de una reflexión muy larga, muy costosa en tiempo, en lecturas y en fracasos. “La perfección se alcanza con la acumulación de los fracasos. Para encontrar las soluciones que uno cree con-
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venientes, tiene que experimentar mucho, dudar hasta hallar realmente una estruc- tura que confirme los conceptos que uno se ha hecho del arte o de lo que piensa que puede ser. Para mí, el arte era ser pintor. Yo soy pintor, me formé como pintor y me defino pintor. El instrumento fundamen- tal de un pintor es el color, fue allí donde pude encontrar algunas posibilidades de modificar nociones. Porque lo que hace el artista a lo largo de su trayectoria es, jus- tamente, encontrar nuevas salidas, nuevas nociones para el espíritu y la apertura del conocimiento. El arte, como ya lo han dicho grandes artistas, es conocimiento, es el ver- dadero conocimiento. El color no es algo permanente ni eterno, como la noción que tenemos en occidente de que todo es eter- no. El color es una circunstancia y toda mi obra pone en evidencia esa condición cam- biante, mutante y efímera que es el mundo del color”. Su generación no entendió su bús-
queda, pero las nuevas generaciones sí. Éstas le han dado sentido a su trabajo. Ahora, el color se acepta como algo cam- biante, algo que se está haciendo. Ya no es algo estático sobre una superficie, es algo mutante que refleja lo que somos los seres humanos, nuestras dudas, ambi- güedades y nuestras propias mutaciones. Carlos Cruz Diez es un mago de los
efectos visuales y, con frecuencia, aplica coloridas mezclas sobre un plano único y produce colores que no han sido aplica-
| Especial Día del Padre | Junio 2010
convencional y transforma una serie de líneas paralelas. La frecuencia puede variar según la mezcla deseada. Así obtie- ne los primeros elementos que componen el módulo de evento cromático. La yux- taposición de estos fragmentos, transfor- mados en módulos de eventos cromáti- cos, es el origen de un tercer color cam- biante, inestable y condicionado por la distancia, el ángulo de visión del espec- tador y las variaciones de la luz ambien- te. Las Inducciones Cromáticas tienen una particularidad: aquella de generar al mismo tiempo el color complementario o color inducido. La visualización del color complementario está ligada al fenómeno de la post-imagen o persistencia retinia- na. Dicho de otra manera, cuando el ojo se fija durante cierto tiempo en un plano de color rojo, tras ser desviado, ve duran- te unos instantes ese mismo plano, pero en color verde. Vería amarillo tras el caso de un color azul inicial. Se crea así una visión en dos tiempos. En el Palais de la Decouvert en París,
en el año 2008, leí que los médicos usaban batas verdes para que el color rojo de la san- gre no los invadiera. Esto se logra por un efecto en la retina que disipa la estridencia del rojo al estar rodeado de verde. La relación del maestro con el arte es
profunda. Para él, cada mancha del pincel es un mensaje afectivo, un testimonio ina- plazable a comunicar. “Desde que inicié mi aventura de pintor en la Escuela de Artes Plásticas de Caracas, he tenido y desarro- llado una profunda afección por el color. He insistido en hacer del color una viven- cia, con un impacto afectivo que se sobre- pusiese a cualquier otro artificio del acto de pintar. Para lograrlo, emprendí una larga reflexión nutrida de lecturas encaminadas
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