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incluso históricos para decidir por qué equipo inclinarse. De tal manera, siem- pre va a preferir hacerle barras a equi- pos africanos por el hambre que pasa ese continente y equipos caribeños en sus primeros mundiales porque, según ella, “deben estar súper felices de estar ahí. ¿Tú te imaginas?”. En algunos casos va por equipos solamente porque le gusto el color de sus uniformes o porque algún jugador le pareció bonito. Generalmente, va acompañada de su novio, un fanático (de verdad) que le lanzará unas miradas asesinas cada vez que diga cosas como: “Cuando expulsan a un jugador de un equipo, el otro equipo debería sacar un jugador también, porque si no la cosa no es justa…”. Como elemento adicional, aún no entiende lo que es offside y lo pregun- tará durante cada partido del Mundial. Lease bien: no antes, no después, sino durante.

ciones de alegría a través de su carro, una extensión de su propio cuerpo. Así ha sido durante cada boda que ha asistido, cada campeonato que su equipo de béisbol ha conquistado y cada vez que se ha gradua- do de algo, así sea de un curso breve para aprender inglés. Obviamente, el mundial no es una excepción. Generalmente, va por un equipo que sabe que llegará lejos en el torneo (por algún motivo también suele ir por Brasil) para así tener más jornadas de disfrute de caravana. Tiende a mane- jar una camioneta “enhierrada”, tocar una corneta ensordecedora y escuchar músi- ca a full volumen. Su meta, a partir de los cuartos de final, será poner su granito de arena para trancar las principales arterias viales del país durante horas de celebra-

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El caravanero

Personaje extremadamente venezo- lano, el caravanero expresa sus emo-

ción, gritos y mucha bulla. De dañarse su carro durante el Mundial, probablemente se haría socio de la que quiere que el Mun- dial acabe desde el día que comienza, en un compartir inigualable de amargura y mal humor.

hijo, está el amor por el deporte. De tal manera, el amor por un equipo, por ejemplo, será un vínculo de dimensiones enormes (caraquistas criarán caraquis- tas y caerán en depresión si salen maga- llaneros, por ejemplo). Esta herencia se materializará en hechos como que, en cada Mundial, el hijo tendrá que escu- char las mismas anécdotas del Mundial del setenta de la boca de su papá como si la estuviese escuchando por primera vez, a pesar de que ya casi puede reci- tarla él mismo. Además, caerá en dis- cusiones generacionales típicas como si Messi es mejor que Maradona o si el fút- bol era mejor hace 40 años. He presen- ciado familias en las que padre e hijo no se hablan de nada en todo el santo día al menos de que el tema tenga algo que ver con deporte. Es más, los buenos días y buenas noches entre ellos han sido reem- plazados por un sencillo “¿viste el juego?”, que no hace referencia a ningún juego en específico sino que da cabida a hablar del acontecer deportivo general.

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comunidad italiana, española o portu- guesa, que por lo general se encuentra en recesión durante el resto de sus años no mundialistas. El único otro momento que ha salido a relucir su descendencia

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| Especial día del padre | Junio 2010

El nacionalista extremo

Durante el Mundial, se exacer- ba su sentido de pertenencia a la

La dupla generacional

Entre las cosas más bonitas que puede compartir un padre con su

es cuando ha tenido que hacer el pape- leo para sacarse la doble nacionalidad. Es un sujeto que se queja por todo lo que ha pasado su selección (en el caso de los italianos, sólo se quejan de que se les estigmatice con lo del catenaccio y lo del juego aburrido). En el caso del español y el portugués, les molesta que su selección nunca pase de cuartos de final en el Mun- dial y tener que sufrir cada cuatro años el terrible episodio de cientos de personas en silencio absoluto, confinadas al Cen- tro Portugués y a la Hermandad Galle- ga. Por algún motivo, siempre despierta molestias en los fanáticos de otros equi- pos que no tienen descendencia que tras- cienda la frontera venezolana.

mente él pertenece a esa cancha. O sea, dentro de su mente, haber estudiado ingeniería sencillamente fue un escollo demasiado grande en su camino para convertirse en un grande del fútbol mun- dial. Mientras se aferra con las uñas a esta ilusión, ha participado en torneos desde que era niño, pasando por todas las etapas de su vida, siempre como capitán indiscutible y organizador absoluto. Si alguna vez has estado en un equipo de fútbol, este personaje era el que te llama- ba un domingo a las 10 de la noche para decirte cuánto iba a ser el precio de los uniformes y te mandaba un correo todas las semanas con la información del próxi- mo partido y las estadísticas actualiza- das del torneo (por él). A partir de octa- vos de final del Mundial, organizará una caimanera después de cada partido para drenar sus ínfulas de grandeza, alimen- tadas al máximo durante los 90 minutos de ver a los verdaderos profesionales.

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El futbolista nato frustrado

Cuando se sienta a ver un partido del Mundial, siente que verdadera- Page 1  |  Page 2  |  Page 3  |  Page 4  |  Page 5  |  Page 6  |  Page 7  |  Page 8  |  Page 9  |  Page 10  |  Page 11  |  Page 12  |  Page 13  |  Page 14  |  Page 15  |  Page 16  |  Page 17  |  Page 18  |  Page 19  |  Page 20  |  Page 21  |  Page 22  |  Page 23  |  Page 24  |  Page 25  |  Page 26  |  Page 27  |  Page 28  |  Page 29  |  Page 30  |  Page 31  |  Page 32  |  Page 33  |  Page 34  |  Page 35  |  Page 36  |  Page 37  |  Page 38  |  Page 39  |  Page 40  |  Page 41  |  Page 42  |  Page 43  |  Page 44  |  Page 45  |  Page 46  |  Page 47  |  Page 48  |  Page 49  |  Page 50  |  Page 51  |  Page 52  |  Page 53  |  Page 54  |  Page 55  |  Page 56  |  Page 57  |  Page 58  |  Page 59  |  Page 60  |  Page 61  |  Page 62  |  Page 63  |  Page 64  |  Page 65  |  Page 66  |  Page 67  |  Page 68  |  Page 69  |  Page 70  |  Page 71  |  Page 72  |  Page 73  |  Page 74  |  Page 75  |  Page 76  |  Page 77  |  Page 78  |  Page 79  |  Page 80  |  Page 81  |  Page 82  |  Page 83  |  Page 84  |  Page 85  |  Page 86  |  Page 87  |  Page 88  |  Page 89  |  Page 90  |  Page 91  |  Page 92  |  Page 93  |  Page 94  |  Page 95  |  Page 96  |  Page 97  |  Page 98  |  Page 99  |  Page 100  |  Page 101  |  Page 102  |  Page 103  |  Page 104  |  Page 105  |  Page 106  |  Page 107  |  Page 108  |  Page 109  |  Page 110  |  Page 111  |  Page 112  |  Page 113  |  Page 114  |  Page 115  |  Page 116  |  Page 117  |  Page 118  |  Page 119  |  Page 120  |  Page 121  |  Page 122  |  Page 123  |  Page 124  |  Page 125  |  Page 126  |  Page 127  |  Page 128  |  Page 129  |  Page 130  |  Page 131  |  Page 132  |  Page 133  |  Page 134  |  Page 135  |  Page 136  |  Page 137  |  Page 138  |  Page 139  |  Page 140  |  Page 141  |  Page 142  |  Page 143  |  Page 144  |  Page 145  |  Page 146  |  Page 147  |  Page 148  |  Page 149  |  Page 150  |  Page 151  |  Page 152  |  Page 153  |  Page 154  |  Page 155  |  Page 156  |  Page 157  |  Page 158  |  Page 159  |  Page 160  |  Page 161  |  Page 162  |  Page 163  |  Page 164  |  Page 165  |  Page 166  |  Page 167  |  Page 168  |  Page 169  |  Page 170  |  Page 171  |  Page 172
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