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CÓMO RECUPERAR LA CONFIANZA PERDIDA EN LOS POLÍTICOS
administramos entonces esta situación? ¿Qué ocu- rre en la política, concretamente la española, para que los ciudadanos crean cada vez menos en ella? Ante la segunda problemática (pérdida de legi-
timidad de los políticos), lo que necesitamos es una nueva actitud del actor frente a la realidad a la que se enfrenta. Nos encargaremos de esta actitud a través de una clasificación de los factores para una mejora de la calidad política en España. Pero antes de comenzar con los factores para el
éxito de un nuevo alto cargo en el Gobierno, huel- ga destacar una serie de características que a priori podrían resultar obvias, pero que deberían obligar a la reflexión interna de quienes vayan a salir a la “arena política”, en palabras de la filósofa Hannah Arendt, por si quizás fuese más apropiado ofrecer sus conocimientos en otro tipo de área. El catedrático de psiquiatría Enrique Rojas esta-
bleció un listado de diez rasgos de la personalidad que manifiestan inmadurez para poder tomar decisiones:
1.Desfase entre la edad cronológica y la edad mental
2.Desconocimiento de uno mismo
3.Inestabilidad institucional 4.Poca o nula responsabilidad
5.Mala o nula percepción de la realidad
6.Ausencia de un proyecto de vida 7.Falta de madurez afectiva (inteligencia emocional) 8.Falta de madurez intelectual 9.Poca educación de la voluntad
10.Criterios morales y éticos inestables
Lo contrario de todo esto no es el hombre o el
político perfecto, pero las decisiones tomadas por una persona con alguno de estos rasgos deben ser, al menos, cuestionadas y evaluadas. Cada decisor tie- ne su propia racionalidad, pero si hay algo que no se puede perdonar en política es tener una mala o nula percepción de la realidad. A partir de aquí podemos empezar a configurar el perfil de nuestros políticos5
.
FACTORES PARA UNA MEJORA DE LA CALIDAD POLÍTICA EN ESPAÑA Necesidad de una regeneración de la política. Y ello pasa por la reciprocidad en el binomio ciuda- danos-políticos. No se pretende la conversión del ciudadano en el “animal político” de Aristóteles, si bien el importante estudio sobre la cultura po- lítica llevado a cabo en los años 90 por G. Almond y S. Verba arrojó un término nuevo, el de “cultura cívica”6
, que propugnaba una cultura política equi-
librada, donde la actividad política, la implicación y la racionalidad existen en unos ciudadanos pero están también compensadas por la pasividad y el tradicionalismo de otros. No obstante, hemos de hacer una breve pausa
para reflexionar sobre el papel real de la participa- ción ciudadana. Con frecuencia, la ciudadanía re- clama una mayor integración en la política y sus procesos. Sin embargo, las encuestas del Centro de investigaciones Sociológicas (CIS) y los estudios del politólogo
R.Inglehart sobre la importancia de la política en la sociedad revelan que sólo una de cada ocho personas la considera importante. Para el año 2007, únicamente el 5,1% de la población española consideraba la política como algo muy importante en su vida. A pesar de que en los países de tradición demo-
crática se observa una tendencia al aumento de la actividad política, se constata que las personas que desempeñan funciones políticas institucionaliza- das no van más allá del 2% de la población7
. Es pues,
una minoría la que acapara gran parte de la acción política, mientras que la mayoría de los ciudadanos interviene en pocas ocasiones. Además de todo ello, los políticos, entendidos en base a los escándalos de corrupción, a los enfrentamientos al interno de los partidos y los privilegios que poseen suponen el tercer problema que más preocupa a los españoles. Lo que resulta éticamente reprobable es el ci-
nismo democrático. Esto es, no es proporcional la existencia de un sentir negativo hacia la política y sus actores cuando existe una parte importante de la población que no sólo la desconoce sino que ade- más se muestra indiferente ante ella. La conclusión que se deriva de esta cuestión es
que si bien hay una buena valoración de la demo- cracia como modelo de gobierno, la participación en cuestiones que la misma implica es muy baja. A los ciudadanos se les ofrece la oportunidad pero no hay voluntad por introducirse en la política8
. Y
ello no hace más que fomentar esa esfera a parte o suerte de “torre de marfil” de la que hablaba el sociólogo y periodista mexicano Raúl Trejo, que se- para el mundo político del mundo real. La solución vendría determinada por que los
ciudadanos fueran más políticos y los políticos fue- ran más ciudadanos. Urge cambiar la mentalidad de delegación absoluta de acciones y deberes en el ámbito político y concienciar a la sociedad civil de que ella también forma parte del Estado, no sólo de aquello sobre lo que se le impone un orden.
5. Hasta aquí, la información sobre Gestión Pública ha sido extraída de los apuntes proporcionados por el profesor y doctor en Derecho de la Universidad CEU-Cardenal Herrera de Valencia D. Javier Pinazo Hernandis, “Control y Evaluación de la Gestión Pública” (2011-2012). 6. ALMOND, G. y VERBA, S. (1992) “Cultura cívica”, en BATLLE, A. (ed.), Diez Textos Básicos de Ciencia Política, Ariel, Barcelona. 7. VALLÉS, J, “Parte Quinta. La política como proceso (2): Los actores”, en Ciencia política, una introducción, Barcelona, Ariel, 2000, pp.310. 8. Palabras extraídas de la conversación con el ex presidente del Senado Javier Rojo durante el VIII Seminario Giménez Abad sobre el Parlamen- to en el Palacio del Senado. Madrid (abril 2011)
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“PARA EL AÑO 2007, ÚNICA-
MENTE EL 5,1% DE LA POBLA-
CIÓN ESPAÑOLA CONSIDERABA LA POLÍTICA COMO ALGO MUY IMPOR- TANTE EN SU VIDA”.
Marzo • Abril 2012
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