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cimiento sostenido de la economía de la Eurozona, en contra de los postulados de la completa austeridad que promulga el gabinete de la canciller. Y es que es ese frente donde Merkel está teniendo


más dificultades a la hora de convencer a sus vecinos europeos. Cuando Nicolás Sarkozy era el presidente de Francia, las relaciones entre la segunda potencia de la Unión Europea y Alemania iban más de la mano de lo que están yendo con Hollande. El nuevo inquilino del Elí- seo ha hecho del crecimiento su objetivo número uno y sus políticas económicas son radicalmente distintas a las promulgadas por Berlín. España o Italia también están intentando dar pasos en esa dirección, al mismo tiempo que intentan cumplir sus compromisos de dé- ficit que Bruselas les reclama. Sólo Finlandia y Holanda parecen seguir la misma filosofía que Alemania. Obviamente, el análisis muestra una profunda carga


de responsabilidad sobre Merkel que no sólo tiene que preocuparse por el Gobierno de Alemania sino también, satisfacer a sus votantes y a los diferentes líderes euro- peos. En los últimos tres años de crisis, Alemania se ha erigido como el verdadero protagonista de las políticas comunitarias y mucha gente todavía se pregunta el mo- tivo. Sin embargo, los datos muestran que Alemania es el país que más dinero ha invertido en los distintos res- cates aprobados con más de 200.000 millones de euros (el griego, el irlandés, el portugués y el español) y que ob- viamente exige contrapartidas con las que satisfacer sus intereses. La austeridad y la lucha contra el déficit son, en definitiva, políticas económicas encaminadas a evitar el endeudamiento y el riesgo de la suspensión de pagos y, también, a rebajar el nivel de vida de los ciudadanos. Los países del sur de Europa son aquellos que más se


han esforzado por cumplir con sus pactos de Bruselas, y pese a todo, muchos ni lo cumplirán. Mientras, sus ha- bitantes miran a sus gobiernos y a Berlín al que culpan de dirigir su política y desgastar el Estado del bienestar. El pasado 14 de noviembre numerosos sindicatos euro- peos convocaron una huelga general en contra de los recortes y se constató que muchas de las protestas iban dirigidas a Merkel. ¿Es ella tan culpable como se la hace parecer? Desde


luego, su política de comunicación es mayoritariamen- te alemana y todavía hay muchos europeos que no en- tienden las recetas de la austeridad ni el poder de los mercados ni el significado de la prima de riesgo. Lo que sí es cierto es que las agencias de calificación y los inver- sores han tratado muy bien a Alemania en plena crisis. Su prima de riesgo es considerada segura y ha recibido miles de millones de euros de todos aquellos que le han dado la espalda a Italia, Portugal o España. Merkel, por otra parte, no ha aflojado la presión sobre los griegos ni ha cedido a las peticiones de varios países (entre ellos el nuestro) para la creación de los eurobonos. Los eurobonos acabarían con la crisis de deuda de los países del sur de Europa al nivelar en uno solo los diferentes bonos estatales. Los alemanes saldrían mal parados con esta jugada ya que al mismo tiempo que


se condenarían a perder su credibilidad (pasaría a ser comunitaria) dejarían de ingresar miles de millones de euros procedentes de esos inversores inseguros de las economías más débiles de la eurozona. Asimismo, para su creación se tendría que reformar la Constitución ale- mana que prohíbe tajantemente la transferencia de más prerrogativas a Europa. Merkel siempre se ha opuesto a su creación, al me- nos por el momento, pero ha sugerido diferentes pasos que Europa debería ir dando para una mayor integración. El pasado 7 de noviembre la canciller explicó sus planes para la UE en el Parlamento Europeo de Estrasburgo, por este orden: en primer lugar, reclamó una nueva política para los mercados financieros (con una autoridad ban- caria europea); en segundo lugar, una política fiscal (con un controlador europeo si es posible); en tercer lugar, un Parlamento Europeo más fuerte para legitimar todo y, finalmente, una política económica común. Estos pasos deberían acercar a Europa y conducir a la unión bancaria. Sin embargo, los retos son innume- rables. Muchos países del norte se niegan a ceder más soberanía a Bruselas, mientras que los del sur miran con recelo y desconfianza las políticas alemanas que no sólo no ha salvado sus economías sino que las ha sumido en una mayor recesión. El futuro pues, pasa por un mayor entendimiento entre las diferentes partes que hasta el momento no ha sido pleno. El choque de las distintas “recetas” y las grandes diferencias económicas Norte- Sur han dificultado el proceso, al mismo tiempo que han fomentado viejas rencillas. Peor es el surgimiento de grupos populistas radicales en varios de estos países (Grecia, Finlandia, Dinamarca, etc) que pueden ir ganan- do adeptos en el futuro y dificultar esta más que esta necesaria integración.


LA AUSTE- RIDAD Y LA LUCHA CONTRA EL DÉFICIT SON, EN DEFINITI- VA, POLÍTICAS ECONÓMICAS ENCAMINA- DAS A EVITAR EL ENDEUDA- MIENTO Y EL RIESGO DE LA SUSPENSIÓN DE PAGOS Y, TAMBIÉN, A REBAJAR EL NIVEL DE VIDA DE LOS CIUDADANOS.


SEMILLERO | LAS RECETAS DE MERKEL


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Irene Pajares, estudiante de último curso de Periodismo- Comunicación AV y Filología Inglesa de la Universidad Carlos III de Madrid.


Martín Villares, estudiante de periodismo y comunicación audiovisual en la Universidad Carlos III de Madrid.


Enero - Febrero 2013


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