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¿Tuve la paciencia suficiente para saber es- cuchar, entender y resolver, incluso, más allá de sus palabras, lo que otros solicitaban y necesitaban de mí?


¿Supe escuchar con atención las necesida- des específicas de mi pareja y de mis hijos o hijas, y responder a éstas con el tono, las actitudes y las valoraciones correctas?


¿Fui capaz de negociar con los demás mis desacuerdos, diferencias o conflictos, me- diante un diálogo auténtico, libre de prejui- cios y complejos?


ES NECESARIO APRENDER A MANEJAR LAS EMOCIONES PARA UNA MEJOR SALUD MENTAL


¿Tuve la capacidad de exponer mis ideas, preocupaciones y propuestas en el momento adecuado y de la manera correcta para tratar de convencer más que de imponer mis ideas?


¿Perdí el control de mis emociones en algún momento del día, por alguna razón o estímulo que no fui capaz de manejar adecuadamente?


Con cierta frecuencia, me sucede los domingos por la no-


che, que llego a la conclusión de que no logré del todo, estar a la altura de las circunstancias de lo que necesitaban mis hijas y mi esposa durante el fin de semana, y que pude todavía esforzarme más para responder mejor a sus expectativas y a sus necesida- des afectivas. Alguna vez un militar retirado con el que tuve la oportuni-


dad de trabajar por varios años, me dijo con su lenguaje directo y florido: “Mira, no olvides que sólo hay dos clases de pendejos, los que saben que son pendejos y los que no saben que son pen- dejos… ¡pero los que no saben que son pendejos, son doble- mente pendejos, porque no se dan cuenta que son pendejos!”... Y he coincidido por varios años con esta percepción, que


por cierto, forma ya parte de la sabiduría popular de México, en el sentido de que aquellos que piensan que no tiene caso tratar de cambiar, o bien, que no se dan cuenta de que se equivocan o


se resisten a reconocerlo ante sí mismos y luego ante los demás, se niegan cada día la oportunidad de darse cuenta en qué y por qué están fallando. Por lo tanto, se niegan la oportunidad de corregir, de trabajar en sus limitaciones, de ofrecer una disculpa cuando es necesario y de intentar superarse… De los que afir- man categóricamente: “¡Yo soy así y háganle como quieran!”, ya ni hablar...


¿Cómo lograr el equilibrio emocional? Los que nos vemos expuestos a grandes presiones en el ejerci- cio de nuestro desempeño profesional, tenemos la necesidad y casi la obligación, por nuestra propia salud f ísica y emocional y la de los que nos rodean, de aprender a manejar el estrés y de participar en actividades que nos ayuden a mantener el equili- brio emocional.


Practicar un deporte, cuando menos una o dos veces por semana, y me re-


fiero a un verdadero deporte, como el futbol, el tenis o la natación y no a jugar golf (esta es una broma para los golfistas)… es casi una condición, si queremos liberarnos de manera positiva del estrés de las grandes responsabilidades que an- damos cargando y que a veces no podemos dejar de lado ni siquiera para dormir. Sin embargo, en mi opinión, después de varios años de dedicarnos a iden-


tificar, prevenir y controlar riesgos, así como al manejo de crisis corporativas de diversas proporciones, es necesario también, que no descartemos acudir a un proceso de terapia psicológica profesional, e incluso, tal vez, por qué no, a prac- ticar yoga, si no queremos convertirnos en profesionales de la seguridad tóxicos, que no pueden dejar de pensar y hablar más que de seguridad o inseguridad, y no son capaces de disfrutar de una salida a comer o al cine con la familia, porque sólo están calculando los riesgos e identificando a las personas sospechosas en la calle.


Desde mi muy particular punto de vista, considero que es importante que


mantengamos otros intereses o pasatiempos, que no estén directamente relacio- nados con la seguridad, para que tengamos otros temas de conversación y por lo mismo, otros canales abiertos de comunicación con las personas que convivi- mos. Esto, además, nos ayudará a ampliar nuestra cultura y nuestros horizontes, así como la manera en que percibimos y juzgamos los hechos cotidianos. Intentar ser una mejor persona, más flexible, más comprensiva, más asertiva


y con una mayor inteligencia emocional, es y será mi meta, hasta el último día de mi vida. Todo lo demás que me suceda, será una consecuencia de esto. n


David Anguiano, CPP, cuenta con más de 20 años de experiencia en Seguridad Corporativa.


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Foto: Shutterstock


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