Campañas Negativas, Negras y Guerra Sucia
tipo de debate posterior. La campaña negativa abre un nuevo espacio de confrontación, mientras que la campaña negra trata de destruir cualquier espacio existente, actúa a la manera de los antiguos libelos y es, en esencia, denigrante o infamante de uno de los contendientes. La campaña negra opera bajo una ló- gica de fomentar el encono y la crispación, antes que de informar para tomar una decisión documentada. La campaña negra atenta contra la libertad del indi-
viduo, al negarle la capacidad de elegir entre dos opcio- nes la mejor, y rebaja la contienda, del nivel del diálogo, al de la confrontación. No hay argumentos, sino falacias; no se señalan defectos, sino que se difama al rival. La campaña negra, llevada al extremo, causa,
La campaña negra, llevada al extremo, causa, además, daños considerables en el tejido social. Es fuente de crispación y encono, de rencores y cuentas por cobrar entre los bandos involucrados.
tionable. Mientras que una campaña negativa busca contrastar y exponer las deficiencias de una propues- ta concreta, la campaña negra busca empañar por completo la propuesta del adversario con un tema que no permite mirar nada más. La campaña negativa tiene como objetivo ge-
nerar un debate más intenso sobre temas concretos que podrían tener una incidencia en el desempe- ño del candidato o del partido; la campaña negra apuesta a la estridencia y cierra el camino a cualquier
24 Campaigns&Elections Septiembre 2011
además, daños considerables en el tejido social. Es fuente de crispación y encono, de rencores y cuentas por cobrar entre los bandos involucrados. Cuando el diálogo desaparece las lanzas comienzan a afilarse: si los responsables de una campaña deciden contestar a los ataques de una campaña negra con otra del mis- mo calibre, la lluvia de lodo terminará por impedir que el elector distinga los colores de unos y otros. En una campaña electoral el primer, y más grave error que se comete, es menospreciar la capacidad intelectual del elector. El votante es, por lo general, más inteligente y sobre todo más sagaz de lo que dicen las encuestas y los perfiles generados de manera estadística. Es ca- paz de descubrir cuándo se le está tratando de enga- ñar, y por lo general no muerde el anzuelo hasta que los ataques comienzan a subir de tono y ocupan los medios de manera constante. Pero cuando las cam- pañas negras reemplazan las campañas convencio- nales, y ocupan por completo la atención del elector, los contrincantes se convierten en enemigos. En este momento, la democracia ha perdido. En una contienda electoral no deberían de exis-
tir los absolutos: no es, de ninguna manera, sano, que alguien gane o pierda por completo. Esta es la base de la competencia democrática: el perdedor no puede ser expulsado de la comunidad, sino que debe saber integrarse y determinar el papel que le corresponde en la etapa que comienza con su propia derrota. De otra manera, si el perdedor no encuentra un lugar para desarrollarse y enriquecer a la sociedad con su visión contrastada de la realidad, el poder del ganador sería tan grande que en lugar de beneficiar perjudicaría a la sociedad. En éste orden de ideas, el papel del consultor y
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