tamientos entre rebeldes e islamistas. En el sur, la Cedeao interviene como mediador y
logra alcanzar un acuerdo con los golpistas para la restauración de la democracia. Se nombra un go- bierno interino presidido por Dioncounda Traoré, presidente de la Asamblea Nacional. Sin embargo, Traoré sufre una grave agresión por parte de ma- nifestantes progolpistas y se marcha a Francia sin fecha de vuelta, lo que permite que sean los mili- tares y el capitán Sanogo quienes sigan dictando las órdenes en Malí desde su cuartel general en la colina de Kati, junto a la capital. La descomposición del Estado maliense y la
amenaza que representa la existencia de un te- rritorio donde campan a sus anchas islamistas radicales de todo pelaje en pleno Sahel comienza a inquietar a los países vecinos y a toda África. Tanto la Cedeao como la Unión Africana han promovido la necesidad de una intervención militar con dos objetivos: en primer lugar, garantizar la transición hacia la democracia; en segundo lugar, restablecer la integridad territorial del país y expulsar a los is- lamistas radicales de su santuario en el norte. Aunque la primera opción es la negociación y de
hecho el mediador nombrado por la Cedeao para esta crisis, el presidente burkinés Blaise Compaoré se está reuniendo con todos los actores, incluido Ansar Dine, lo cierto es que casi nadie duda de que será necesario el envío de una fuerza de paz a Malí. Dicha fuerza estará formada, en principio, por sol- dados africanos procedentes de Nigeria, Maurita- nia, Níger y posiblemente Costa de Marfil, aunque aún está por definirse su composición, objetivos, financiación y tiempo de estancia. La operación es costosa y necesitará de apoyo
internacional. La Cedeao y la UA han planteado este tema de manera formal ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (ONU) que ha pe- dido más información y tiempo para aprobar una resolución que autorice la entrada de una fuerza militar extranjera en Malí. Estados Unidos y sobre todo Francia podrían estar a favor de la posición mantenida por los países africanos, pero hasta fi- nales de junio seguían remoloneando. Temen que el Sahara, un territorio desértico en el que los tua- regs se mueven con enorme facilidad, se convierta en una nueva Somalia. La situación planteada no es fácil. Para poder
intervenir en el norte parece necesario primero arreglar el problema del sur. Y el gobierno interino designado por la Cedeao ha encontrado enormes resistencias internas de una parte de los malienses que se ha puesto del lado de los golpistas mani- festando su hartazgo del anterior presidente y sus aliados. Por todo ello, Malí va a estar en el centro de
todas las miradas en los próximos meses. Lo que pase en este país va a condicionar en buena medi- da el futuro de todo el norte de África y va a poner a prueba la capacidad de los organismos regiona- les africanos de hacer frente a dos grandes retos: la expansión del terrorismo islamista por un lado y, por otro, la necesidad de mantener una voz firme y unida contra el golpismo, un mal demasiado exten- dido en la región
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LOS ISLAMISTAS MANDAN ÁFRICA SCIENTIA no. 1 / JULIO-AGOSTO 2012
La rebelión tuareg contó con un aliado imprescindible en su imparable avance, los islamistas radicales de Ansar Dine y sus excelentes conexiones con la nebulosa yijadista, lo que propició la llegada de combatientes y armas al Azawad para expulsar al Ejér- cito de Malí del territorio. Sin embargo esta alianza ha acabado por pasar factura al MNLA.
Las poblaciones del norte, entre ellas los propios tuareg, están sufriendo la aplicación de la sharia o ley islámica que les prohíbe, entre otras cosas, jugar al fútbol en la calle, ver la televisión, beber alcohol o fumar cigarrillos. Los castigos corporales se extienden mientras las que se llevan la peor parte son las mujeres, obligadas a taparse todo el cuerpo salvo manos y pies. Además, los islamis- tas han emprendido una campaña de destrucción de los famosos mausoleos de santos de Tombuctú, una barbarie que recuerda a la de los talibanes de Afganistán.
El incremento de la tensión entre rebeldes e islamistas desembocó a finales de junio en un enfrentamiento armado que acabó por expulsar a los rebeldes de la ciudad de Gao. De hecho, a principios de julio nadie dudaba ya de que los nuevos señores del Azawad eran, en realidad, los islamistas radicales cuyo único objetivo es la aplicación de la sharia y la extensión de la yijad en los países vecinos.
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