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equipaje Elsingør está localizada en el noreste


de la isla de Zelanda, a unos 40 kilóme- tros de Copenhage. Recomiendo llegar a Helsingør mediante transporte público, ya sea en alguno de los trenes que salen desde Copenhague o en los autobuses que recorren la línea de la costa. El casti- llo es imponente desde afuera, pero los invito a entrar a ver las salas interiores, las habitaciones reales, la iglesia y la armería. El precio de entrada a todas las zonas de la exhibición es de 60 coronas. Hay visi- tas guiadas en danés e inglés. Este es el link de los horarios de los trenes: http:// www.dsb.dk/. Entre los lugares que se pueden visi-


tar en esa zona se encuentran el castillo de Frederiksborg, en Hillerød; el Museo de Arte Contemporáneo de Louisiana; la Casa Museo de Karen Blixen -conocida con el seudónimo literario de Isak Dinesen- o las playas del norte de la isla, en la zona de Gilelleje.


reyes de Dinamarca. Algo peculiar para el visitante, pero común para la corte, es que el coro comunica con el gran salón de palacio para la asistencia de forma anónima a misas dentro del palacio. “Algo está podrido en el estado de Dinamarca.” Hamlet


Las intrigas en las cortes siempre


están presentes. Esta anécdota lo corrobo- ra. Una de las salas más valiosas del casti- llo es la dedicada a los tapices. Estos fue- ron tejidos por artistas flamencos en 1580, cuando el rey Federico II de Dinamar- ca encargó a Hans Knieper de Amberes cerca de 40 tapices que contaran la vida de los 113 reyes daneses. El rey sueco Enri- que XIV, lleno de envidia, intentó hacer lo mismo. El tapiz era la manifestación artística más apreciada en la época. Hizo un pedido para representar la historia de los 143 reyes suecos. No tuvo suerte y sólo consiguió que le fabricaran cuatro. Por el contrario, Federico II tuvo toda la serie, incluyendo el tapiz que lo representaba a él mismo y a su propio hijo, quien se con- vertiría en el rey Christian IV. La impor- tancia de esta colección es muy grande. “¿Qué es más elevado para el espí- ritu? ¿Sufrir los golpes y los dar- dos de la insultante fortuna o


tomar armas contra un mar de calamidades, haciéndoles fren- te para acabar con ellos?” Hamlet


132 | | Diciembre 2010


Por una puerta estrecha, bajamos a lo


que fueron los calabozos. Estos son lar- gos túneles con una iluminación escalo- friante. Están hechos en piedra y el frío penetra los huesos. Allí se encerraban a los esclavos o a los enemigos del reino o del rey. No siempre eran los mismos. De pronto, nos encontramos con la


figura legendaria del Holger Danske, un guerrero de piedra que descansa acom- pañado de una leyenda: ésta cuenta que Holger viajó para batallar con Carlomag- no y regresó a Kronborg al presentir que el enemigo invadía su país. Una vez se durmió en el castillo y apareció muer- to. Sus barbas no dejaron de crecer y se extendieron por el suelo. Holger Danske permanece vigilante


ante las amenazas extranjeras y revivirá si el país lo necesita. Se afirma que, duran-


te la Segunda Guerra Mundial, resucitó gracias a una célula de resistencia que tomó su nombre y consiguió la liberación de la Alemania nazi. Sin embargo, no hizo nada cuando la invasión sueca. “El resto es silencio.” Hamlet


A pesar de esta historia y datos, al


final se intuye que no importa quién fue el verdadero príncipe de Dinamarca. Lo vital es que la leyenda pasó, se trasmitió y se transformó en una de las obras más influyentes de la literatura. Este castillo se convirtió en un lugar de visita obliga- do no sólo por su capilla, sino por los tapices, los calabozos y los paisajes que lo rodean. Los curiosos visitamos el cas- tillo de Kronborg porque queremos ver el castillo de Hamlet. El resto es silencio, como diría el propio personaje.


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