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PIENSO LO QUE SIENTO. PIENSO SIN SABERLO. DECIDO SIN PENSAR


desconfianza a lo desconocido se apodera del deba- te. Y el muro ético, que se eleva como baluarte de- fensivo a lo nuevo, no siempre nace de la exigencia democrática, sino de la ignorancia. Estamos, por ejemplo, y gracias a las nuevas técni-


cas de imagen, retratando y monitorizando el cerebro de tal manera que podemos ver ya cualquier altera- ción de su corteza o de sus amígdalas. Pronto vamos a discutir si aceptaremos como prueba irrefutable en los tribunales las imágenes de éste mostrándonos cómo se altera con la verdad o la mentira. En algunos casos judiciales concretos ya se han utilizado estas técnicas de neuroimagen para determinar el grado de responsabilidad, ya que se visualiza la estructura y la actividad cerebral de una manera no invasiva, pero teniendo en cuenta que no existen dos cerebros iguales y que no siempre es fácil llegar a conclusiones contundentes… la polémica está servida. Sabemos, por ejemplo, que las mujeres detectan


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mejor que los hombres los estados emocionales de sus interlocutores porque sus amígdalas funcionan de manera diferente, lo cual explicaría que ellas sean más empáticas que ellos. ¡Y qué decir de la química! Hemos confirmado la intuición y hemos demostrado que el exceso de testosterona de los varones (mayo- ritarios en los parqués bursátiles del mundo) puede haber jugado un papel decisivo en el riesgo excesivo e imprudente de los gestores de mercados financieros en la actual crisis, como se demostró recientemente en un artículo publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences. El texto detalla las conclusiones del estudio de las Universidades de Utrech y Cambridge que confirman que los niveles de testosterona afectan –disminuyéndola- directamen- te la capacidad empática de las personas. Sabemos, además, que los condicionantes gené-


“LOS CONSULTO- RES POLÍTICOS NECESITAMOS ENTENDER QUÉ ELEMENTOS ACTIVAN LA


CONDUCTA DEL VOTANTE Y QUÉ LES LLEVA A LA


ACCIÓN, TANTO PARA SENTIR EMPATÍA POR


UN CANDIDATO, COMO PARA MOTIVARLOS PARA IR A LAS


URNAS. Y TODO ESO ESTÁ EN EL CEREBRO”


ticos son determinantes para la evolución de la inte- ligencia de las personas, que un cerebro puede ir al máximo de sus posibilidades pero no más allá de su capacidad genética. Así como que la plasticidad de éste en los primeros años de formación y crecimien- to es decisiva, en su configuración y potencialidad intelectual y relacional. De ahí, la enorme responsa- bilidad de la educación social, familiar y reglada. Tenemos 100.000 millones de neuronas y, cada


una de ellas, 1.000 conexiones que forman un circui- to determinado. La neurociencia nos indica que lo importante es la configuración de estas conexiones. Su conocimiento es el que nos permite bloquearlas con las sustancias capaces de alterar un circuito. Si se administra a una persona depresiva, por ejemplo, un bloqueante de la recaptación de la serotonina, al día siguiente está como nueva. ¿Lo que es legíti- mo en un enfermo (el individuo depresivo) lo va a ser, también, en una persona melancólica y triste? Nuestra capacidad de cambiar lo enfermo está en la misma línea que nuestra capacidad para cambiar el carácter, las emociones, las percepciones… y las opi-


Mayo • Junio 2012


niones. La proximidad de lo aceptable y lo inacep- table se pone en jaque por la posibilidad técnica. Renunciar a lo que no es posible no requiere coraje. Renunciar a lo que es posible es el auténtico desafío. Entender el cerebro es entender el resultado de


millones de años de desarrollo evolutivo que nos hace sentir emociones que nos impulsan a actuar. Cuanto más comprendemos y conocemos nuestro cerebro, más nos comprendemos como individuos y sociedad, y más desafíos –éticos, por ejemplo- se presentan ineludiblemente. Pero no hay vuelta atrás. Estoy convencido que la política democrática saldrá fortalecida (al enriquecer la percepción y el conocimiento de cómo se configuran las opiniones sociales por parte de los individuos) cuanto más co- nozcamos cómo funciona el cerebro de los electo- res. Es decir, cómo piensan (o toman decisiones) los ciudadanos y ciudadanas.


PIENSO LO QUE SIENTO La política y la comunicación política pueden y deben encontrar en la neuropolítica mejores oportunidades para conectar y hacer más sólida la relación entre la ciudadanía y nuestros sistemas de representación democrática. Algunas veces nos alertan de que un determiando uso de los conoci- mientos de la neuropolítica puede tener naturale- za antidemocrática al sustraer la autonomía y li- bertad del elector, alimentando sus instintos más subconscientes. Pero quizás deberíamos repensar, mejor, cuál debe ser el papel de las emociones y los sentimientos en la configuración del pensa- miento y la acción políticas. “Los consultores políti- cos necesitamos entender qué elementos activan la conducta del votante y qué les lleva a la acción, tan- to para sentir empatía por un candidato, como para motivarlos para ir a las urnas. Y todo eso está en el cerebro”, afirma Carlos Andrés Pérez Múnera. Y añade: “El mecanismo más influyente para la toma de decisiones es la empatía. En las contiendas no es- tamos solos, competimos contra otros partidos muy organizados o frente a candidatos que personalizan la política cada vez más y tenemos que aprender que hay procesos fisiológicos que explican la em- patía. Esta es la repuesta a la pregunta de por qué algunos votantes dicen que les gusta el candidato X o Y sin tener una razón aparente. Sin embargo, lo difícil no es solo generar ese vínculo, sino explotarlo para que se convierta en respaldo efectivo.”


PIENSO SIN SABERLO. DECIDO SIN PENSAR Sabemos también que las decisiones “libres” que tomamos en nuestra vida cotidiana tienen que ver en un 80% con la información subconsciente, de una actividad cerebral “anterior”. Decidimos en función de una gran cantidad de información que tenemos en nuestro cerebro… y de la que descono-


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