Sondeocracia vs. Democracia participativa
Sin embargo, cada vez más, los partidos utilizan las encuestas como una herramienta para tomar decisiones para alcanzar el poder. Dicho así, se podría decir ¿y qué tiene de malo? ¿acaso no lo hacen los propios Gobiernos?. Tiene sus cosas positivas, como puede ser tener un conocimiento de la opinión de la ciudadanía no mediatizada por los medios de comunicación sociales.
Mal empezamos si tenemos miedo a las consecuencias de una confrontación democrática, pero la realidad es así. Los aparatos de los partidos -por otra parte muy necesarios- si están mal dirigidos, convierten el control de los acontecimientos políticos en su único objetivo. En estas circunstancias, la celebración de unas prima- rias debería de ser, aún más si cabe, un soplo de aire fresco en las caducas organizaciones políticas. Seguro que ha sido en el caso de las celebradas
en el seno del PSOE, de cara a las elecciones de la Comunidad de Madrid. Unas elecciones en las que las encuestas, de momento, dan como ganadora a la actual Presidenta, Esperanza Aguirre, del Partido Po- pular. La apuesta por las primarias, a buen seguro, ha sido una apuesta por movilizar al votante del PSOE e intentar dar la vuelta a la actual situación. Sin embargo, con independencia de los resulta-
dos fi nales, sí parece que ha habido errores de bulto en el planteamiento inicial. Veamos el contexto en el que nos estamos moviendo. Por todas partes se percibe que, en ésta nuestra
era de las nuevas tecnologías y de alcance masivo a la información, cuando más mecanismos hay para la par- ticipación ciudadana y mayor interés aparente tienen las instituciones en abrirse al ciudadano, es cuando el común de los mortales está más alejado de la política. Hay muchas causas para la desafección política
pero voy a centrarme en una, que a mi modo de en- tender ha sido clave en esta ocasión. El propio minis- tro de Fomento, José Blanco, justifi caba la elección de la candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid apoyada por Zapatero, en la lectura que hacía de las encuestas. Brillan por su ausencia, otro tipo de valoraciones, como pueda ser la opinión de las bases. Bases que van a tener que trabajar duro para sacar adelante al candidato o candidata. No son tiempos para limitar la participación en política a las
directrices partidarias. Sin embargo, cada vez más, los partidos utilizan
las encuestas como una herramienta para tomar de- cisiones para alcanzar el poder. Dicho así, se podría decir ¿y qué tiene de malo? ¿acaso no lo hacen los propios Gobiernos?. Tiene sus cosas positivas, como puede ser tener un conocimiento de la opinión de la ciudadanía no mediatizada por los medios de co- municación sociales. Y, además, al estar soportada en una metodología contrastada (cocinas aparte), tiene la vitola de ser la herramienta más válida para cono- cer las necesidades de la ciudadanía. Mucho mejor que los partidos políticos, y eso en principio, no es malo, pero tampoco suena del todo bien. Es precisamente en esta comparativa donde hay
algo que no encaja ¿cómo es posible que en un sis- tema democrático sustentado en partidos políticos, tengan mucha más credibilidad política los medios de comunicación y empresas de estudio de merca- do, que los propios partidos políticos?. Al igual que haría un escéptico Dc. House de la política, he hecho un listado de síntomas objetivos y contrastables:
• Los partidos políticos que no realizan la investigación y análisis del comportamiento de sus electores de forma profesional, tie- nen serios problemas incluso para saber qué contar a sus votantes. En ausencia de otras soluciones más participativas, esto está ge- nerando una dependencia creciente de los partidos políticos respecto a empresas de- dicadas a estos menesteres de investigación social, pero en absoluto está mejorando la participación de los votantes.
• Las instituciones, cada vez más, están rea- lizando acciones de pseudoparticipación
Enero 2011 Campaigns&Elections 46
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