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Éxitos electorales y poder femenino


tenta que se inaugura esta tradición política de mu- jeres en altos cargos. Y en ese contexto es que María Estela Martínez de Perón, en Argentina; Lidia Gueiler, en Bolivia; Ertha Pascal en Haití; Rosalía Arteaga, en Ecuador; Janet Rosenberg, en Guyana; Mireya Mosco- so, en Panamá, y Violeta Chamorro, en Nicaragua. Con excepción de estas últimas dos que fueron elegidas por votación popular, todas esas mujeres llegaron al poder como herencia política de un hombre fuerte, actuando como una continuadora de quién por di- versas razones ya no puede estar en ese lugar, obte- niendo su mandato casi por accidente, con carácter de interinato en varios casos. Este es un periodo donde aunque podemos de-


cir que las mujeres en la política están comenzando a brillar cada vez más con luz propia, todavía no han logrado desmarcar del todo los liderazgos femeni- nos de la tutela de algún varón. Pero los avances son notorios en esta nueva oleada: ya no vemos a ex pri- meras damas que heredan el lugar de sus maridos sin una carrera política previa a su matrimonio y el tránsito por una dura competencia electoral. Si bien el esposo de Cristina Fernández, Nestor Kirch- ner la precedió en el poder, con lo que se entiende le pudo haber traspasado una porción importante de sus votos en la elección, ella tenía una carrera relevan- te como dirigenta política y senadora que le otorgan créditos propios innegables. Un fenómeno similar ocurre con Dilma Roussef en Brasil, quién fue colabo- radora muy cercana del ex presidente Lula da Silva y que se perfi ló como la candidata de continuidad. En su caso, si bien fue “apadrinada” por un presidente con altísima popularidad en el momento de su parti- da, tampoco se puede negar que su larga trayectoria política le otorga a Dilma una fortaleza importante. No cabe ninguna duda del camino autónomo


que están tomando las mujeres hacia el poder en América Latina, pero como todo fenómeno social, no se produce automáticamente si no con un periodo de transición en el que conviven simultáneamente un amplio abanico de realidades: las pioneras, la ac- tual transición y las apuestas de futuro. Además del efecto implícito y necesario de “re-


novar” y “refrescar” la política, enfrentando así su des- prestigio y la desafección, este fenómeno creciente de mujeres candidatas tiene un signifi cado mucho más profundo. La ausencia de mujeres en el poder erosiona la legitimidad del sistema democrático en


Es la América Latina del siglo 21. Una poderosa oleada de liderazgos femeninos en la región que invita a preguntarse cuánto transformará efectivamente la realidad de profunda discriminación que viven las mujeres en nuestro continente.


sí mismo porque impide que exista un verdadero refl ejo entre la composición de los votantes y sus re- presentantes. Como dice la experta en temas de gé- nero de Flacso, Marcela Ríos en “Mujeres y Política”, cuando existe una disonancia entre la ciudadanía y sus autoridades porque estas últimas no refl ejan la diversidad de la comunidad o cuando amplios sec- tores de la sociedad no poseen acceso directo a la re- presentación en el Ejecutivo, el sistema democrático en sí mismo está en entredicho.


Ataques y Riesgos electorales: el caso Bachelet Para este selecto grupo de mujeres que ha disputado el poder en la región, la experiencia ha sido toda una aventura. Ellas no siguieron modelos masculinizantes de liderazgo, del tipo Margaret Thatcher, la dama de hierro. Tuvieron que lidiar con los prejuicios y estereo- tipos femeninos, aunque aquello paradójicamente no necesariamente les signifi có un afecto adverso. Hoy es posible describir, por la vía ejemplar, los


ataques y riesgos más comunes a los que se enfrentan las mujeres en las campañas electorales a través del análisis de algunas lecciones aprendida tras el exitoso desempeño de la presidenta chilena Michelle Bachelet. Evidentemente para el caso de Bachelet, el gé-


nero se convirtió en una variable relevante política y electoralmente. Un aspecto interesante de analizar es cómo logró utilizar estereotipos propios del género para enfrentar difi cultades, por ejemplo, instalando la tesis del “femicidio político” para grafi car el fenóme- no de sobre-mérito, es decir las mayores exigencias a las que las mujeres se ven sometidas cuando as- cienden a ciertas posiciones. María de los Ángeles Fernández en el ensayo “La nueva oleada de políticas en América Latina” apunta que con la instalación de


Enero 2011 Campaigns&Elections 18


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