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casos y rostros


ejercitándose. Si contamos con un perso- naje de estos en nuestro núcleo familiar, no dudemos en pagarle a una instructo- ra femenina para obtener resultados real- mente asombrosos en su estado de salud.


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o luchando por completar la novena en una serie de 25 repeticiones de algo.


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La del escritorio de la entrada Recepcionista de cuerpo ejercita- do, es la encargada de hacernos el


tour del gimnasio antes de inscribirnos y de pedirnos y devolvernos el carnetcito cada vez que asistimos. Fuera de esas dos funciones hace muy poco, aunque en muchas ocasiones se le encomienda una tercera que es indispensable para el buen funcionamiento del gimnasio: poner la música. La mayoría de los gimnasios pue- den dividirse en dos, de acuerdo con lo que sale por sus cornetas: los que ponen música electrónica todo el santo día o los más retros que colocan hits ochentosos y noventosos sin cesar. Su escritorio fun- ciona además como un punto de encuen- tro para que todos los instructores se jun- ten a hablar de bíceps, malteadas multivi- taminicas y una que otra cosa más. Como cualquier otra recepcionista contempo- ránea, siempre tiene el Facebook abierto y conoce los chismes de todo el gimnasio.


El gordito En una oración: eximido en esfuerzos, raspado en resultados.


Todos los gimnasios tienen por lo menos uno y en algunos casos varios. Es la ima- gen del “antes” de los infomerciales para maquinas que ejercitan los abdominales, ansiando a diario lograr parecerse, por lo menos de reojo, a la imagen del “después”. Suele cuestionarse todas las noches por qué el gimnasio no le ha funcionado


| Septiembre 2010


desde que empezó a asistir, aunque por lo general se lo cuestiona mientras se come un pote de helado o una bolsa de papitas fritas de las grandes. Lo más simpático de este personaje es que igual disfruta la experiencia del gimnasio al extremo y se le suele escuchar decir en reuniones: “qué bien me siento ahora que voy al gimna- sio”, mientras sus amigos lo ven de arriba abajo sin observar ninguna diferencia e incluso sospechando que puede que esté más gordo. A los gimnasios les conviene tener a este personaje en su clientela, ya que sirve de motivación para todos los demás que terminan sintiéndose bastan- te bien luego de verlo.


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El señor mayor que ya le toca cuidarse Durante su vida disfrutó de una cantidad enorme de vicios, uno de


los cuales definitivamente no era hacer ejercicio (al menos que consideremos levantar el vaso o cargar la cava en la playa como un ejercicio). Recientemen- te, ese estilo de vida le pasó factura, dis- frazado de alto colesterol o un preinfar- to, y se vio obligado (a veces por sus hijos y su esposa) a arrastrar su cuerpo hacia un gimnasio. Ya estando ahí, debe mane- jar cuidadosamente su ritmo de ejercicio de tal manera de que sea lo suficiente- mente activo para que sea efectivo, pero no demasiado movido como para que lo encuentren muerto sobre la pila de col- chonetas. Si bien la idea del gimnasio jamás va a ser de su completo agrado, encuentra una motivación inmediata en ver a las señoritas tres veces menor que él


Los coqueteadores Cazadores de parejas, estos per- sonajes entendieron que el único


sitio que agrupa a las personas más bellas de la ciudad, sudadas y escasas de ropa es el gimnasio. La versión femenina de este personaje suele ser veinteañera, sobreper- fumada y capaz de utilizar estrategias de belleza contraindicadas para hacer ejer- cicio como aretes enormes, cabello suel- to y, la peor de todas, maquillaje. La ver- sión masculina suele ser un pavito a la moda con ropa de marca y un sin fin de piropos trillados. De más está decir que el ejercicio para estos personajes es algo supeditado a levantarse a alguien (primer lugar indiscutible en sus prioridades) y verse bonitos. Bonitos no necesariamen- te implica que estén en forma, vale aco- tar. Suelen aprovecharse del hecho de que, parados al lado de un sujeto todo sudado y maloliente por haber hecho un esfuer- zo genuino en las máquinas, se ven espe- cialmente buenmozos ante los ojos de las mujeres. Es similar a la formula que usan las mujeres medianamente bonitas en la universidad que terminan formando un grupo con mujeres feas para verse más bonitas aún.


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El señor en forma Entendió, a una temprana edad, que el camino del bien era el del ejercicio


y la buena alimentación. A sus cuarenta y pico está en mejor forma que 90% del gimnasio. Es una especie de Clark Kent moderno: abogado o ingeniero de 9 a 5, superatleta en cualquier otro momento. Cosas que hace: inscribirse en 10K, correr maratones, subir montañas, nadar ríos, detener balas con su propia boca, levan- tar carros con sólo usar sus manos… Cosas que no hace: fumar, tomar, acos- tarse tarde, comer tocineta, comer chi- charrón, levantarse después de las 6 de la mañana, disfrutar… Tiene un equivalente femenino, una tipa hecha de pura fibra que podría ganarle en pulso a casi todos los hombres que conozco. En algunos casos ambos personajes se juntan en un matrimonio fibroso, que tendrá hijos cuyos kilos de más serán juzgados como si fuesen pecados capitales.


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