s SEMILLERO
-ya una verdad incuestionable- de que las actitudes sociales del ser humano están determinadas por la naturaleza, por sus hormonas y genes. Sabido es que ciertas pulsiones animales que aún conservamos -la lucha por el poder, la jerarquización de la sociedad, el carácter asertivo...- tie- nen su origen en la bioquímica, aspecto que trataba de apuntalar Olson y a cuya demostración empírica han dedicado sus vidas numerosos profesionales en las últi- mas décadas. De los trabajos más recien- tes se extraen concreciones tales como que hasta un 30% de las cualidades del lideraz- go personalista -característica presente también en otras especies, además de la humana- parecen proceder de allí, del có- digo genético. Sin embargo, fuera del determinis-
mo científico habían quedado siempre la ideología y la participación política, pues estaba y está establecido que únicamente las experiencias personales y el entorno en que cada individuo nace, crece y se forma son lo que las moldea. Con esa base traba- jan politólogos, sociólogos, antropólogos, comunicólogos, etc… a la hora de elaborar sus teorías y/o asistir a instituciones, par- tidos, empresas y otras organizaciones a expandirse y conquistar nuevos espacios. Y es que, soslayar que la genética po-
dría influir lo más mínimo, era considerado hasta hace no mucho casi un sacrilegio, pues dicha tesis abriría de inmediato el debate de la eugenesia y cuestionaría la hegemonía del libre albedrío humano, con todo lo que ello implica. Aceptar que nues- tro ideario viene, si no determinado, sí al menos influido por factores que escapan a nuestro control, implicaría bajar un par de escalones de la nube de superioridad en que el ser humano se asienta y desde la que contempla al resto del reino animal. Pues bien, eso es precisamente lo que, cada vez con más fuerza y no sin dificulta- des, se está poniendo en entredicho.
LAS HORMONAS COMO FACTOR Acreditado está, pues, que en el origen de casi todos los comportamientos humanos figura un puñado de hormonas. Como ex- plica Luis Arroyo en su imprescindible libro ‘El poder político en escena’, son “los nive- les de testosterona” los que, por ejemplo,
personalidad que precisamente les llevó a la cúspide del poder. Clinton, Berlusconi o Strauss-Kahn son buenos arquetipos de algo que hasta los guionistas empiezan ya a plasmar en sus productos audiovisuales, como demuestra la reciente serie esta- dounidense ‘Boss’. Concretando un poco más, la megalo-
Líderes políticos que echaron a per- der su carrera o a punto estuvieron de hacerlo por es- cándalos sexuales que no serían sino
un reflejo más de la personalidad que precisamente les
llevó a la cúspide del poder. Retratados en la Serie “Boss”
manía y el carácter acelerado e impulsivo de algunos líderes podrían estar determi- nados por una hormona -la dopamina-, tal y como ha teorizado Previc, y más de una decena de estudios han visto ya causa- efecto en poseer una combinación hormo- nal concreta y gozar de un carácter aserti- vo y ansias de poder individualista. Cuanto mayor es el nivel de testosterona en un hombre, razonan esos trabajos, mayor necesidad tienen de dominar al prójimo y más extrovertidos y ambiciosos son. De nuevo, las hormonas y los genes explican- do la personalidad política y social. La lucha y el afán de imponerse sobre
explican muchas veces la “actitud domi- nante” de ciertos hombres. “Sexo, guerra y política tienen un origen común no ex- clusivo, pero sí relevante, en ese instinto de dominación tan animal y también tan humano”, señala el autor. En relación a esto, la política interna-
cional ha brindado en los últimos años no pocos ejemplos de líderes políticos que echaron a perder su carrera o a punto es- tuvieron de hacerlo por escándalos sexua- les que no serían sino un reflejo más de la
los demás es uno de esos instintos prima- rios que el hombre conserva, atenuado lógicamente por el avance cultural. “Lo que consiguen los chimpancés con sus cargas intimidatorias (con el pelo erizado, golpeando sobre algo que amplifique el sonido, arrancando arbustos), el macho humano lo consigue de manera más civi- lizada haciendo picadillo los argumentos de algún otro o, más primitivamente, no dando a los otros tiempo de abrir la boca. La clarificación de la jerarquía es una prio-
Mayo - Junio 2013
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