a ARTÍCULO
mejantes a la década de 1920 y huelgas generales prolongadas en sectores esen- ciales para la economía británica, fue el escenario que Thatcher encontró al ganar las elecciones de 1979. Una victoria que la convirtió en la primera mujer Primera Mi- nistra de su país con el 43,3% de los votos, lo que le hizo retractarse de las palabras que pronunció en 1973: “No creo que haya una primera ministra mujer mientras viva”. Muchos fueron los asuntos de índole
interna y externa que le llevaron a la prime- ra línea de la política mundial y a ser con- siderada una de las personas más influyen- tes del siglo XX. Logró sanear la situación de la nación. Aunque muchas veces sin el apoyo popular y con críticas dentro de su equipo. Bajó los impuestos, recortó el gas- to público, privatizó sectores esenciales de la economía como el ferrocarril o el de telecomunicaciones, luchó fervientemente contra el poder de los sindicatos y aguantó varias huelgas sin precedente en cuanto a duración y dureza del sector minero y entre los prisioneros del Ejército Republi- cano Irlandés (IRA) que se declararon en huelga de hambre y fueron muriendo en la prisión. También sobrevivió en 1984 a un atentado de esta organización en un hotel de Brighton donde se alojaba para asistir a la conferencia del Partido Cconservador.
ALIADOS Y ENEMIGOS A raíz de sus reformas nacieron las divisio- nes. Mientras los empresarios y hombres de negocio la alababan sus políticas, mi- llones de trabajadores chocaban con sus decisiones que, para muchos, suponían el desmantelamiento del - estar. La sociedad comenzó a mostrar su malestar ante las tasas de desempleo, que no dejaban de crecer, ante la guerra contra los sindicatos y ante el ambiente del país. Pero Gran Bretaña fue mejorando con
los años y recuperó los niveles de produc- ción y crecimiento de décadas anteriores. En asuntos exteriores, Thatcher será
recordada por sus intervenciones en cum- bres internacionales, su amistad personal y política con el presidente estadouniden- se Ronald Reagan y su determinación por defender sus ideales más allá de las fronte- ras británicas. Pero la Guerra de las Malvi- nas, la lucha contra el comunismo y su es-
sus “cuentas” el país pagaba más de lo que debía y no le retribuía lo que le correspon- día, y se negó constantemente a la entrada del país en el Euro, que suponía la perdida de la libra esterlina. De ahí son famosos sus “no, no, no” en la Cámara de los Comunes durante todo ese tiempo. Sus enfrentamientos con Europa y la
cepticismo ante la Unión Europea y el euro, fueron los asuntos que más protagonismo le dieron en el panorama mundial. Luchó contra Argentina por la sobera-
nía en las Islas Malvinas, territorio británi- co que el gobierno argentino todavía hoy en día reclama basándose en documentos históricos. Durante dos meses esperaba noticias desde el hemisferio sur sobre sus avances, bajas y conquistas. Y la rendición de Argentina en esta batalla el 14 de junio de 1982 le dio un gran impulso para vol- ver a ganar las elecciones un año después (sumado a las mejoras que vivía el país y la división existente entre la oposición la- borista). Se enfrentó al comunismo. Junto a
Reagan y Mijail Gorbachov (al que siempre vio como un comunista diferente), jugó un papel esencial en el fin de la Guerra Fría, de las separaciones en Europa y en la caída del comunismo. A esto también le debe su apodo más
extendido, el de “la Dama de Hierro”, con el que un capitán soviético le denominó en uno de sus artículos en el que respondía a las declaraciones de Thatcher que acusaba a la URSS de querer dominar el mundo. La difusión en medios de comunicación del continente y la globalización hicieron el resto.
“NO, NO, NO” También retó a la Unión Europea. Aun siendo defensora del “sí” en el referéndum para decidir la entrada del país en la Unión, poco a poco se volvió más euroescéptica. Reclamó dinero a la Unión, porque según
presentación del poll tax, un impuesto que obligaba a todos los ciudadanos a con- tribuir por igual independientemente de su nivel de ingresos y lugar de residencia, comenzaron a quebrar su Gobierno tanto interna como externamente. Algunos de sus aliados abandonaron sus puesto en el gabinete y, ante un inminente desastroso final, Margaret Thatcher decidió dimitir como Primera Ministra el 28 de noviembre de 1990. Once años y medio y tres eleccio- nes generales después de haber llegado. El resto de la década continuó traba-
jando como asesora de algunas multina- cionales, escribiendo sus memorias, como conferenciante en asambleas y congresos y como miembro de la Cámara de los Lores donde ingresó como Baronesa en 1992. Los problemas de salud le llevaron a abando- nar todas sus actividades públicas en los últimos diez años de su vida, a excepción de algunos actos protocolarios como la presentación de su estatua en la Cámara de los Lores, el funeral del Presidente Rea- gan o la exhibición de su retrato en el 10 de Downing Street. Con el tiempo, su salud se fue quebrando a raíz de varias complica- ciones, a las que hubo que sumar la muerte de su marido, Denis, en 2003. A pesar de que han pasado muchos
años desde que abandonara la primera lí- nea de la batalla, el 8 de abril nos dejó una gigante de la política y, como no podía ser de otra forma, se le despedirá como ella quiso: sin actos de Estado pero con hono- res militares. El adiós a una de las mujeres más carismáticas del siglo pasado.
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Inés Royo es periodista y consultora de comunicación política. Colaboradora habitual de Campaigns & Elections.
Mayo - Junio 2013
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