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ARTÍCULO


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Rosa María Calaf ha retransmitido a España las noticias de RTVE


dismo de investigación. Le preocupaba no poder proteger a las fuentes y que éstas sufrieran represalias. En la Unión Soviéti- ca, el gobierno vigilaba el edificio donde la periodista tenía su pequeña redacción de la televisión pública española. “No podíamos citar a nadie allí para entrevistarle porque le pedían la documentación. Cuando que- dábamos con alguien, lo hacíamos a través de claves y nos teníamos que cambiar va- rias veces de vagón de metro para que no nos siguieran”, recuerda con la misma pa- sión con la que lo vivió entonces. Mientras que en Rusia, los ciudadanos tenían miedo a hablar con los extranjeros, en China, los ciudadanos se quejan de la corrupción aun- que están poco involucrados con la política. Tienen un pacto tácito con los políticos. “El régimen chino les da perspectivas de me- joras económicas y sociales, y a cambio les prohíbe hablar de temas políticos. Y la gente lo cumple”, explica al otro lado del teléfono. En ambos países y desde que Calaf en-


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EL ÁNGEL DE LA GUARDA De todos los destinos desde los que la pe- riodista Rosa María Calaf ha retransmitido a España las noticias de RTVE, existen dos en los que ha tenido que esquivar obstáculos incalculables: Moscú y Pekín. Lugares don- de era imposible acercarse a ningún políti- co ni entrevistarle sin antes haber pasado un exhaustivo control previo. Cuando las autoridades aprobaban la solicitud, la reu- nión solía ser corta y en sintonía con la línea oficial. Además, en ambas ciudades, casi siempre le acompañaba un representante del Gobierno: “ellos decían que era para protegerme pero en realidad era para con- trolarme. Le llamaba mi ángel de la guarda”. Su condición de mujer le facilitó, en algunos casos, el acceso a lugares sellados. “Estos países son muy machistas y a veces pasaba los controles sin problemas porque como no me consideraban nadie, no creían que fuera a hacer nada malo”, explica la perio- dista recordando una ocasión así en Che- chenia. Ni ella ni su compañera periodista fueron cacheadas a la entrada de un país que entonces se encontraba en guerra. Tanto en las dos etapas de correspon-


salía en Moscú (1987-1989 y 1996-1999) como en Pekín (2007-2008), Calaf encontró muchas trabas para ejercer un buen perio-


Mayo - Junio 2013


tró en ellos, ha habido intentos de apertura pero no han sido reales. En la Unión Sovié- tica de Mijail Gorbachov y en la Rusia de Vladimir Putin, la libertad de prensa ha es- tado dominada por los intereses de los gru- pos que controlaban el poder. “Durante la Pereströika nadie sabía dónde estaban los límites”, asegura la periodista catalana que jugaba continuamente a ver hasta dónde podía llegar su información. Si traspasaba la barrera, le cortaban la señal de emisión. Por ello, en alguna ocasión retransmitió


desde Helsinki y Viena. En China, sin em- bargo, estaba prohibido moverse a más 50 kilómetros de Pekín. Solo durante los Jue- gos Olímpicos permitieron a los periodistas andar con más libertad por la ciudad. Pero solo eso, andar. “Los periodistas protesta- mos mucho porque habían prometido unas libertades que no cumplían”, asegura. Tan solo cuatro días antes del final del evento deportivo, el gobierno chino permitió el ac- ceso a Internet pero únicamente en la zona donde se encontraba la prensa. Otra zanja que no consiguió hacer caer a la periodista que supo jugar con la información, interpre- tar los gestos de los políticos y dominar la ironía para franquear la frontera de lo pro- hibido.


LA ESPALDA DE VENEZUELA “La gran puta mediática”, “abominable rata” o “delirante y compulsiva mentirosa” son solo algunas de las injurias a las que la periodista Ludmila Vinogradoff debe some- terse por hacer buen periodismo. Ella sim- boliza el odio más amargo de los venezola- nos y la crítica más feroz del Gobierno cha- vista. Como corresponsal del diario español ABC y el argentino Clarín, debe enfrentarse a las autoridades para sonsacar la verdad. “La relación con los políticos oficialistas es muy mala, me dan la espalda. Si hacemos alguna pregunta que no les gusta, se irritan e insultan al periodista. Hay una gran dife- rencia entre las fuentes oficialistas y las de oposición”, explica con pesar por la difícil


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