por un yogur y pensarán que eres tonta o que no tienes criterio. Cuando te equivoques (quizá siguiendo su con- sejo), saldrán por la puerta de atrás con disimulo. ¿Tuv- iste noticias de la “niña de Rajoy”, aquella con la que el candidato conservador español terminó su primer debate presidencial frente a Zapatero en 2008? El gran fiasco de la campaña. Pues al día siguiente la niña no tenía padre. Nadie se responsabilizó de la tontería aquella: una niña mediocre cuya historia era leída sin sentimiento por el candidato. Los reputados consultores que habían estado con el candidato preparando el debate aún no han reconocido si fueron ellos quienes idearon tal adefesio.
No te fíes tampoco de los que ponen en su portfolio
que “han dirigido 300 campañas” (yo he llegado a ver que alguien decía haber dirigido 600). Si alguien dice haber dirigido 300 campañas, y en el caso de que tuviera 50 años de experiencia, eso significa que dirige cinco campañas al año, todos los años, durante tres décadas. No hay nadie en el mundo, y tú como candidata lo sabes, que pueda dirigir cinco campañas al año y durante tanto tiempo. Puede par- ticipar en ellas, pero no dirigirlas, que es muy distinto. El otro día recibí aquí en Palacio a dos consultores internacio- nales a tomar un café, porque me lo había pedido el presi- dente Mujica de Uruguay. Me pregunto si habrán apun- tado entre sus campañas dirigidas también la mía, aunque aquello fue un café corto y ya sentado cómodamente en la Presidencia…
Luego viene esa tribu de los que se dicen asesores por
enviar un memorando, o por participar en una conver- sación con el candidato o con alguien de su equipo. Incluso hay quienes cuentan campañas por haber hecho para ellas un vídeo o un argumentario, o por haber hecho un media training. Cuando ganes, candidata, no te extrañe tener no- ticias de decenas de consultores que dicen haber pasado la noche electoral en tu despacho contigo. Como saben que nadie puede desmentirles…
Cuidado con los bocazas. El inigualable Dick Morris
escribió Behind the Oval Office después de su distancia- miento de la pareja Clinton, y antes de convertirse en uno de los conversos conservadores más frecuentes en la tele- visión estadounidense. En una de las ediciones del libro, Morris publica incluso los memorandos con que despach- aba con el presidente Clinton. Por supuesto, en sus memo- rias de aquella época inefable de Lewinski e impeachment, Morris es el héroe detrás de cada acierto y el ignorado detrás de cada fallo…
Yo prefiero, ya digo, contar con gente más modesta a la
que no le basta hacerse una foto contigo para decir que te han ayudado. Esos habitualmente no están en los papeles, ni van por ahí contando a quién ayudan. Son como los buenos médicos, los buenos abogados o los buenos sacerdotes, que obviamente no cuentan nada de aquellos a quienes atienden.
Mi consultor se obsesionaba con la necesidad de man-
tener todos los días una reunión a primera hora de la ma- ñana para revisar el día anterior, fijar el mensaje del día en que estábamos, prever agenda para la semana siguiente y grandes hitos para el mes, y tomar decisiones en equipo. Yo no estaba en muchas de ellas, porque estaba en el terreno, pero me llamaba mi jefe de campaña para contarme. Fun- cionaba como un reloj. Hazlo tú también.
Es mejor que no tengas demasiados interlocutores
porque te van a volver loca. De esto todo el mundo cree que sabe. Y cuando tengas el spot ya producido habrá al-
la comunicación no es una ciencia, sino un oficio más bien intuitivo
guien que dirá que mejor un poquito más grande el logo, mejor añadir un artículo al eslogan, o mejor más morado el color de fondo… Es preferible que cuando decidas quién manda en cada área, respetes su mando. En una campaña no hay tiempo para asambleas: no hay democracia, sino de- cisiones, órdenes y ejecución. Perdona que me ponga tan extremo, pero a mí me fue bien así.
En ese mismo sentido, mejor un consultor que dos, y
mucho mejor que tres o cuatro. Como la comunicación no es una ciencia, sino un oficio más bien intuitivo, lo que suele resultar de juntar a cuatro consultores en una sala es más bien explosivo: cuatro pavos luciendo su plumaje ante la hembra (la candidata o el candidato). No, no suele funcionar: no hay acumulación de inteligencia cuando más asesores hay, más bien al contrario. Escoge al tuyo y fíate de él o despídele sin contemplaciones cuando pierda tu confi- anza. Pero que no te ofendan sus críticas. En buena parte le
Mayo 2010 | Politics 13
Hay muy buenos asesores por ahí: gente que por haber
estado en más campañas que tú sabe cómo se organiza de forma óptima la tuya. En muchos casos eso es lo mejor que pueden ofrecerte: organización y procedimientos. Te ex- plicarán quién debe formar tu equipo más allá del comité electoral típico y los comités asesores inmensos con los que satisfacer el ego de los políticos amigos. Te anticipo que van a recomendarte rodearte de un equipo pequeño pero sólido. Básicamente ocho o diez personas: tú, dirección de campaña, publicidad, encuestas, medios, movilización, agenda, discurso… Los ocho en la sala de guerra o como lo quieras llamar: núcleo duro, cuartel general, comando de campaña…les gustan las metáforas militares.
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