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CINCELADORES DE PALABRAS


Discursos políticos: el arte del buen decir


Por: Ángela Paloma Martín Fernández


“Fue hace cerca de 10 años cuando un brillante 11 de septiembre se oscureció por el peor ataque de nuestra historia, las imágenes del 11 de septiembre están grabadas a fuego en nuestra memoria nacional. Aviones secuestrados cortando el cielo azul de septiembre, las torres gemelas derrumbándose al suelo, humo negro levantado en el Pentágono, los restos del vuelo 93 en Shanksville, Pensilvania, donde las acciones heroicas de los ciudadanos evitaron aún más angustias y destrucción. Y, sin embargo, sabemos que las peores son las imágenes que fueron invisibles para el mundo, el asiento vacío en la mesa, niños obligados a crecer sin su madre o su padre, familias que nunca sabrán lo que es abrazar a un hijo. Cerca de 3.000 ciudadanos que dejaron un hueco en nuestros corazones…”


miedo. Estas palabras son el principio de un duro discurso di- rigido no sólo a los ciudadanos de Estados Unidos, también al mundo entero. ¿Y qué hace? Simplemente poner en contexto, recordar lo que ocurrió ablandando los corazones de quiénes lo escuchan para que ese “después de un tiroteo, mataron a Osa- ma Bin Laden” sea recibido justificadamente por los oídos que esperan atentos la gran noticia. Obama cuenta una historia, en menos de 6 líneas ya podemos hacernos a la idea de la gravedad y de la crueldad del atentado. Simplemente, contando una his- toria, una historia de la que él también formó parte. Todos for- mamos parte ese 11 de septiembre.


E


stas palabras que acabamos de leer las emitió la voz del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama. No se han extraído de un cuento, tam- poco de una novela y en absoluto de una obra de teatro cuyo objetivo principal sea implorar el


De principios y emociones Escribir un discurso no es fácil. En realidad escribir cualquier cosa no resulta nada fácil. Pero un discurso nunca lo será. Será de todo menos fácil. Y, ¿por dónde se empieza? Siempre por el principio. Y aunque parezca absurdo mencionarlo, empezar por el principio es una cuestión que se suele olvidar... Elementos ta- les como quién dará el discurso, qué objetivo tiene y a quién va dirigido son tan importantes como el qué se va a decir. El discurso de Obama tenía un objetivo claro, y empezó por


el principio contando la historia que dio origen a la persecución del hombre más buscado del mundo. El discurso iba dirigido a un colectivo en concreto: la ciudadanía. No a un jurado, no a un grupo especializado, no al ejército, no a prestigiosos académi- cos, no a políticos de su Gobierno ni a personas de su partido, tampoco específicamente a los republicanos. Iba dirigido a los americanos, y al mundo entero, que sabían que también espera-


OCTUBRE 2011 20


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