Delibere todo lo que quiera
Enfadémonos con el juego, no con el jugador Esta refl exión no pretende promover ni alentar posi- ciones antidemocráticas o con intención manipula- dora. Todo lo contrario. Busca invitar a estos políticos que creen en el contenido programático, en la de- liberación y en el debate como el centro de la dis- cusión política a que se adapten a las exigencias de un sistema electoral que no premia ni incentiva estas prácticas y que por el contrario tiende a castigarlas. Tampoco se pretende decir que la ‘actitud deli-
berativa’ es una especie de constante que explique por qué unos candidatos ganan y otros pierden. Simplemente se busca ofrecer una refl exión informal desde la experiencia, con sustento en investigacio- nes serias, para aquellos demócratas con actitud de- liberativa que buscan acceder a cargos de elección popular. Después de todo, el peor de los escenarios es cuando esos políticos jóvenes, después de una derrota y perdida la ilusión, entran al juego electoral replicando los hábitos de los políticos tradicionales y llegan a posiciones de poder manteniéndolos. Para Johnson, 2001, la defensa de la deliberación
democrática debe adecuarse a los conocimientos actuales de la motivación política y el razonamien- to práctico. Las elecciones son una solución práctica al problema de la agregación de voluntades y no es deliberativa. De hecho, algunos (nada más y nada menos que Maquiavelo, Montesquieu y Rousseau, entre otros) consideraron en su momento que los procesos electorales eran una solución aristocrática para elegir a los gobernantes (Manin 1997). En la América Latina del Siglo XXI los principios
de la democracia deliberativa deberían ser un norte natural en la evolución de nuestras democracias y promovidas desde quienes ejercen el poder, sin em- bargo, no parecen ser efi cientes para llegar al poder, por lo menos no con las actuales reglas del juego. Al fi nal del día las elecciones son una competen-
cia, en la cual la búsqueda de consensos, el fortale- cimiento de las posiciones en disenso, la discusión como fuente de la sabiduría de las decisiones, no juega ningún rol. No nos enfademos con el jugador, enfadémonos con el juego. Nuestros sistemas elec- torales premian a aquel que consigue la mayor can- tidad de votos y es débil castigando la forma. No sig- nifi ca que haya que dejar de lado valores y principios democráticos durante la contienda electoral, pero
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una actitud deliberativa dogmática puede resultar en la pérdida de la contienda electoral.
Referencias • Delli Caprini, Michael y Williams, Bruce. Let Us Infotain You: Politics in the New Media Environment. En Bennett, W. Lance y Entman, Robert M. (eds)(2005). Mediated Politics: Communication in the Future of Democracy. Cambridge University Press, New York. • Johnson, James. Argumentos a favor de la deliberación: algunas consideraciones escépticas (2001). En Elster, Jon (comp). La democracia deliberativa. Gedisa. Barcelona. • Lakoff , George (2008), The Political Mind: Why can´t you understand 21st century with 18th-century brain, New York, Viking. • Manin, Bernard (1997). The Principles of Representative Government. Cambridge University Press: Melbourne. Ca- pítulo II • Mutz, Diana (2006). Hearing the Other Side: Deliberative versus participatory Democracy. New York. Cambridge Uni- versity Press. • Neuman, Russell y Marcus, George et all (eds) (2007). The Aff ect Eff ect. University of Chicago Press. • Neuman, Russell, Marcus, George, Mackuen, Michael (2000). Aff ective Intelligence and Political Judgment. Uni- versity of Chicago Press. • Price, Vincent (2005). Opinión Pública: Esfera pública y co- municación. Editorial Paidós, Barcelona. • Prior, Markus (2005). “News vs. Entertainment: How Increa- sing Media Choice Widens Gaps in Political Knowledge and Turnout”. American Journal of Political Science, Vol. 49, No. 3, (Jul., 2005), pp. 577-592 • Sartori, Giovanni (2007). Elementos de teoría política. Alianza Editorial, Madrid. • Zaller, John (1992). The Nature and Origins of Mass Opi- nion. Cambridge University Press.
1 Al decir ‘actitud deliberativa’ no se pretende agotar el ex- tenso debate sobre las propuestas de la democracia delibe- rativa. De hecho, en la mayoría de los casos, los candidatos no están familiarizados con este debate que aún se expresa con más fuerza en recintos académicos que en las plazas
públicas. 2 La idea de la democracia deliberativa no es, ni mucho menos, una idea generalizada o aceptada universalmente. Para una revisión crítica de la propuesta deliberativa ver
Johnson, 2001. 3 Decir que un ciudadano no es políticamente sofi sticado no es equiparable a poner en duda su inteligencia. Una premisa central para relacionarse con los ciudadanos y el electorado es respetar su inteligencia pero reconociendo si desconoci- miento. Sobre los grados de sofi sticación de los ciudadanos hay extensa literatura que incluye los clásicos de Converse (1964), Zaller (1992), Sartori (1992) y Price (2005)
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