Delibere todo lo que quiera
Los Amarres Electorales hacia 2012
didatos ofrezcan al electorado una comunicación orientada a la consecución de votos. Una vez en el poder, esa actitud deliberativa hará una gran dife- rencia y sin duda se manifestará en buen gobierno. La actitud deliberativa a la que se hace referencia
se expresa precisamente en los principios y valores que manifi esta un candidato como parte de su per- sonalidad política y que con frecuencia rigen los pa- rámetros de la campaña.
Actitudes deliberativas que no dan votos 1. Mi contrincante y las ideas diferentes a las mías tienen tanto derecho a estar en el espacio de in- formación como la mía Esta posición tiene un enorme valor desde la
perspectiva deliberativa. Es central al debate público que todas las posiciones sobre un asunto lleguen al ciudadano alentando la discusión entre estos, sofi s- ticando el debate y asegurando la posibilidad de for- marse una opinión ‘libre’ y ‘educada’ (Mutz 2006).
Un candidato que produce más contenidos en medios de comunicación y a través de estrategias publicitarias que sus contrincantes y que evita de manera efectiva que sus competidores hagan visibles sus posiciones, es un candidato cuyas perspectivas harán más carrera en la percepción de los ciudadanos.
Bajo esta lógica, los candidatos mantienen una
expectativa (con frecuencia frustrante) sobre el com- portamiento equilibrado de los medios de comuni- cación al cubrir las posiciones y los asuntos electo- rales y consideran que dicho equilibrio es deseable. Lo mismo ocurre con el derecho que tiene el contrin- cante del candidato a plantear su posición en deba- tes directos y mediados. Estas son creencias y valores políticos respeta- bles, que en ejercicio del poder político darían enor-
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me legitimidad y respaldo a quien las promueva. En el contexto electoral, sin embargo, estas posiciones probablemente resultarán en que el candidato ter- mina ofreciendo voluntariamente a su contrincan- te espacios para que éste defi na los problemas de acuerdo a su perspectiva tomando ventaja estraté- gica dentro del proceso electoral. Como lo confi rman los hallazgos de John Zaller (1992), cuando los ciudadanos son expuestos a una sola posición o perspectiva sobre un tema en los me- dios de comunicación a través del contenido genera- do por las élites, los ciudadanos tenderán a adoptar esa posición como propia, mientras que cuando los ciudadanos son expuestos a posiciones diferentes, estos apelarán a sus predisposiciones ideológicas para contrastar las posiciones y defi nir la propia. Un candidato que produce más contenidos en
medios de comunicación y a través de estrategias pu- blicitarias que sus contrincantes y que evita de mane- ra efectiva que sus competidores hagan visibles sus posiciones, es un candidato cuyas perspectivas harán más carrera en la percepción de los ciudadanos. Claro, se habla aquí de la generación y produc-
ción de contenidos, no del cubrimiento que de ellos hagan los medios de comunicación. Estos últimos responden a lógicas políticas y económicas propias para la publicación de estos contenidos. Tener gran- des expectativas de la imparcialidad y objetividad de los medios de comunicación en tiempos de campa- ña, aun si estos hacen el mejor de sus trabajos, podrá resultar en una enorme frustración.
2. El valor y el peso de los argumentos La presentación de ideas políticas ‘racional’ e ‘ilustra- da’ ha sido tradicionalmente la forma ‘respetable’ y ‘aceptable’ del proceso deliberativo y se contrapone a la pasión y la emoción como mecanismos persua- sivos. La idea de que la razón gobierna la comunica- ción electoral puede terminar destruyendo el men- saje de campaña. Algunos políticos buscan que sus programas y
propuestas tengan ‘sentido’, que se puedan justifi car técnicamente y que respondan a las necesidades más sentidas de una población. Los candidatos con actitud deliberativa, son los que construyen sus men- sajes sólidos alrededor de propuestas coherentes y hablan en ese lenguaje. Eso parece muy razonable. Por otro lado, muchos candidatos y líderes de
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