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Jueves 2 de marzo de 2017 Viernes 1 de Abril 2011


Sociedad y Democracia Aquella tarde en Tlatelolco


Por Raúl Trejo Delarbre trejoraul@gmail.com @ciberfan





Nadie me lo contó”, anticipa Luis González de Alba para subrayar su calidad de testigo y víctima


de la tarde de Tlatelolco. El movi- miento estudiantil, de cuya dirección formaba parte en representación de Filosofía y Letras de la UNAM, había tenido grandes momentos de movi- lización y ascenso pero comenzaba a declinar en octubre de 1968. El de Tlatelolco iba a ser un mitin de me- nos relevancia que las grandes con- centraciones de ese verano. Dos días antes, el Ejército desocupó Ciudad Universitaria. Ese mismo miércoles 2 de octubre había comenzado el diá- logo con dos representantes del go- bierno. A las 6:10 de la tarde cayeron las dos bengalas sobre la Plaza de las Tres Culturas.


La brutalidad y la alevosía, pero tam- bién la confusión y el mito, han pro- piciado una versión a grandes bro- chazos sobre la tragedia de aquella tarde. Luis González de Alba estaba en balcón del tercer piso del Edificio Chihuahua en donde varios oradores se habían dirigido a la concentración reunida en la Plaza. Desde allí vio que de pronto la gente huía. Poco des- pués identificó a los francotiradores de guante blanco que se encontra- ban en ese y otros edificios. Presen- ció la sorpresa y luego el pánico de aquellos individuos vestidos de civil que no esperaban que el Ejército res- pondiera a sus disparos. Allí fue de- tenido y más tarde llevado al Campo Militar Número Uno.


La que articularon, compartieron


y repitieron los dirigentes encarce- lados fue la que González de Alba llama una “versión coral”. Recluidos en Lecumberrri, armaron un relato común a partir de los segmentos que cada quien vio y escuchó sobre los acontecimientos del 2 de octubre. Así se articuló una versión colectiva, sin matices porque la descripción de las grandes tragedias suele prescin- dir de los detalles.


Algunos de esos pormenores le lla-


maron la atención décadas más tar- de. Varios de sus compañeros le con- taron que los soldados organizaron y protegieron la salida de estudiantes para que no fueran víctimas de los francotiradores. A él mismo, cuando lo llevaban hasta un camión del Ejér- cito, un soldado le regaló un pedazo de fruta. Otro más, en el Campo Mili- tar, le consiguió una cobija. Un tercer militar enviado a interrogarlo simuló que lo golpeaba, sin lastimarlo. Esas actitudes quizá aisladas, pero har- to significativas, llevan a González de Alba a considerar, aunque no lo escribe de manera expresa, que no todo el Ejército participaba del plan para aniquilar al movimiento estu- diantil y que no había una operación del gobierno para deshacerse de los líderes.


En la tarde de Tlatelolco, a juzgar por esas observaciones, el Ejército fue tan sorprendido como los estu- diantes y sus dirigentes cuando los miembros del “Batallón Olimpia” co- menzaron a disparar. Pero esos fran- cotiradores, a su vez, no esperaban que los soldados de uniforme repli- caran a sus balazos contra la multi- tud. Sigue sin saberse con precisión quiénes orquestaron la intervención del Batallón Olimpia, aparentemente formado por miembros del Ejército que posiblemente obedecían órde- nes externas a esa corporación.


La “versión coral” que los dirigentes de aquel movimiento reafirmaron a fuerza de repetirla una y otra vez fue organizada por González de Alba en un escrito que le encomendaron sus compañeros encarcelados junto con él. Cada semana discutían sus avan- ces. Allí mismo, en Lecumberri, pre- paró un texto ampliado con detalles de la vida en prisión y con el registro de sus propias emociones. Esa sería su novela Los días y los años publica- da en 1971. Pero al mismo tiempo el borrador de ese escrito fue utilizado por Elena Poniatowska, con autoriza- ción de los dirigentes estudiantiles y del propio González de Alba, en el


rompecabezas que construyó en La Noche de Tlatelolco.


El libro de Poniatowska recoge la versión a coro de aquellos hechos. Tiene inexactitudes, algunas de las cuales señalaría González de Alba, porque lo que allí importa es el senti- do general de la denuncia. Indepen- dientemente de lo que cada quien vio y de las expresiones textuales de cada testigo, La Noche de Tlatelolco es el eficaz, por indignante, registro literario de una infamia. Pero no es una fuente con la escrupulosidad que requiere el registro histórico. González de Alba explica y alerta: “Para los historiadores del futuro debe quedar claro que el dramatis- mo, la sonoridad, la música, en La noche de Tlatelolco, tienen prioridad sobre la verdad escueta”.


Dice González de Alba: “Ningún diri- gente del CNH (el Consejo Nacional de Huelga) desapareció, ninguno murió en Tlatelolco, tampoco en el Campo Militar. Nadie… Desapareci- dos no hubo sino cuando, ya presi- dente Luis Echeverría, las guerrillas tomaron el camino del asalto al po- der. Muchos guerrilleros detenidos fueron desaparecidos sin rastro. Otros fueron encarcelados y luego amnistiados. Pero no dirigentes del 68. Hemos dejado crecer el mito. Creo que nos gusta”.


El movimiento del 68, en efecto, tran- sitó de tragedia, a leyenda. “Y como todo mito —explica ese autor— alte- rado por voces que muchas veces no tuvieron conocimiento del tema en su momento”. El número de muertos que no alcanzó los centenares que registra la versión más propalada, el papel del Ejército que fue por lo menos contradictorio, el carácter del movimiento mismo que no era popu- lar sino exclusivamente estudiantil y que no era de izquierda ni pretendía cambiar al país sino la satisfacción a demandas muy específicas, son parte de esa versión a grandes pin- celadas que se mantiene medio siglo


más tarde.


El de ese 2 de octubre fue un ase- sinato, independientemente del número de víctimas. Jamás se po- drá hablar de Gustavo Díaz Ordaz y del México de fines de los 60 sin recordar ese crimen. El desempeño del Ejército sigue requiriendo acla- raciones. El movimiento estudiantil de 1968 era ni más ni menos que precisamente eso: la protesta de jóvenes universitarios ante flagran- tes abusos policiacos, desplegada con entusiasmo, valentía y júbilo en una época notoriamente autoritaria. Tlatelolco aquella tarde (Cal y arena, 2016, 132 pp.) contribuye a dotar de matices la versión en blanco y negro que ha sido frecuente acerca de ese movimiento estudiantil. Para llegar a esa perspectiva González de Alba tuvo que tomar distancia de las sim- plificaciones y las idolatrías respecto de ese y otros episodios de nuestra historia contemporánea.


Tlatelolco aquella tarde es resulta- do de la honestidad intelectual y personal de Luis González de Alba. Con una perseverancia convertida a menudo en obsesión, el autor de este libro insiste en desmontar confusiones y engaños acerca de los acontecimientos de 1968. De allí su terquedad, incluso en un tono innecesariamente desmesurado, para reprochar las distorsiones en el texto de Poniatowska. El acicate de esa insistencia era una denodada, exigente, a veces incluso insolente, búsqueda de la verdad: ante los mi- tos, los hechos aunque sean menos glamorosos. Esa actitud exasperaba a muchos, soliviantaba simulaciones atrincheradas detrás de pretendidas correcciones


políticas y hacía de


González de Alba un personaje irre- verente, inteligente, incómodo. Por eso nos hace tanta falta.


Veinticinco años después de los acontecimientos de 1968, a comien- zos de los 90, Luis González de Alba está en París con un joven enamo-


rado suyo que le dice, con palabras que él considera ingenuas y que, recuerda, le hicieron llorar: “Tienes suerte de pertenecer a esa genera- ción: ustedes vivieron la esperanza”. Luis experimentó y entendió esa esperanza con tanta lucidez que le resultaba imposible dejarse envolver por ella y la quiso nutrir de realismo crítico y de exigencia intelectual y política. No sé en qué medida la ero- sión de esa esperanza influyó en la decisión que siempre lamentaremos y que ejecutó el pasado 2 de octu- bre. Pero estoy seguro de que Luis hubiera estado de acuerdo en que cualquier esperanza sólida tiene que estar afianzada en el reconocimiento y la propagación de la verdad como él mismo, con tanta lucidez, se empe- ñó en reivindicar.


(Este texto, en una versión más amplia, fue leído en la presentación de Tlatelolco, aquella tarde, de Luis González de Alba, en la Feria del Li- bro del Palacio de Minería).


ALACENA: Ahora, nuevo movimiento


Precisamente en la Plaza de las Tres Culturas ayer domingo fue pre- sentado el movimiento Ahora que, encabezados por Emilio Álvarez Icaza, impulsan activistas sociales y antiguos miembros de organizacio- nes de izquierda. La participación de ciudadanos como Sergio Aguayo afianza la credibilidad que puede alcanzar ese grupo. Su flanco débil se encuentra en la descalificación maniquea y sin distinciones de toda la elite política. Siempre es saludable el compromiso de un grupo de ciu- dadanos para hacer política activa. Ahora pretende influir en las elec- ciones del año próximo con una pro- puesta independiente y afianzada en la sociedad.


/Academia


(viene de la pág. 33) ...desarrollar e implementar formas de diagnóstico temprano es urgente en el caso de la insuficiencia renal crónica. Para que el lector se dé una idea del problema, cuando compa- ramos los años de vida perdidos por muerte prematura en México en 1990 vs 2013 (www.healthdata. org/mexico) vemos por ejemplo que las enfermedades diarreicas pasaron del primer lugar al número 20, con una reducción del 93%, las infecciones respiratorias pasaron del segundo lugar al número 7, con una reducción del 71% y los accidentes automovilísticos, a pesar de reducir-


se en 25%, permanecieron en el cuar- to lugar. En contraste, la insuficiencia renal crónica, que en 1990 ocupaba el lugar 16, pasó al segundo lugar, con un aumento del 241%.


La insuficiencia renal crónica tiene muchas causas. En niños se debe con más frecuencia a malformacio- nes del sistema nefro-urinario. En jóvenes las principales causas son enfermedades autoinmunes propias del riñón o bien sistémicas que da- ñan el riñón entre otros órganos. En adultos la diabetes mellitus es por mucho la principal causa de daño re- nal en nuestro país. Esta enfermedad


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es altamente prevalente en México y por razones que aun no conocemos con precisión,


los mexicanos con


diabetes tienen particular tendencia a desarrollar daño renal. Deberíamos de estar invirtiendo recursos para tratar de entender esto y así poder desarrollar ideas y en consecuencia innovación para tratar de reducir la tendencia actual.


El manejo de la insuficiencia renal crónica con diálisis y trasplante tiene un costo muy alto. En la primera se consumen insumos para la diálisis y en la segunda inmunosupresores para evitar el rechazo del órgano.


Ambas son muy caras por el resto de la vida del enfermo. La población general no parece estar consciente de eso. En nuestro país la prevalen- cia de obesidad en adultos rebasa el 70% y la diabetes mellitus el 12 %.


Recomiendo enfáticamente que


cualquier individuo joven que tenga antecedentes de diabetes mellitus en línea directa en su familia (abuelos y/o padres) haga todo lo posible por no subir de peso conforme llegue a la vida adulta y empiece a hacer algo para asegurar que, si en el futuro le llega la diabetes mellitus, tenga una vigilancia muy cuidadosa de la


función renal al menos cada año y desarrolle, desde ahora, la estrategia necesaria para tener los recursos y/o la forma de acceso al tratamiento de diálisis y/o trasplante en caso de que llegue a daño renal crónico.


Miembro del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la Re- pública, Director de Investigación, Instituto Nacional de Ciencias Médi- cas y Nutrición Salvador Zubirán y Unidad de Fisiología Molecular, Insti- tuto de Investigaciones Biomédicas, UNAM..


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