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Encuestas


los técnicos que trabajaban en esa obra, los inspec- tores gubernamentales que aprobaron la obra… Mi opinión es que los ingenieros y arquitectos son quienes deberían dar información al público; pero, como es de esperar, quienes están involucrados en este episodio están más ocupados en defenderse, y las asociaciones profesionales y académicas tienden a guardar prudente silencio por lealtad corporati- va. De modo que el público sigue sin saber por qué eventualmente esto sucede y por qué habríamos de seguir viviendo tranquilos aunque en el predio veci- no a nuestra casa se vaya a levantar un edificio.


Causas del mal ajuste Los factores que pueden explicar el fracaso de las encuestas en Colombia y en México –y en Inglaterra, que fue un caso similar– son diversos. Esta es mi lista:


parece que los votantes están ahora tomándose más tiempo para decidir su voto y se permiten más idas y vueltas, porque están menos atados a lealtades firmes y sienten que nada los obliga


• Los votantes cambian de decisión, a veces más


rápidamente que otras. Hay volatilidad de la inten- ción de voto. Esto es obvio, si así no fuera no tendría sentido plantearse campañas electorales. Menos obvio es que la ‘tasa de volatilidad’, por ponerle un nombre, no es siempre la misma. Aun más, tal vez está aumentando sistemáticamente en los nuevos contextos comunicacionales y políticos de las socie- dades de nuestro tiempo. Ahora bien, las encuestas deberían poder introducir esa variable en sus análisis. El hábito, casi mecánico, de informar el “margen de error estadístico” –un bendito concepto mal bautiza- do, porque de “error” no tiene nada, y mal entendido por muchos políticos y periodistas– oculta otra varia- bilidad que no es de naturaleza estadística sino de naturaleza volitiva. Creo que las encuestas deberían esforzarse por decir algo acerca de la volatilidad, esto es la probabilidad de que los comportamientos de los votantes cambien fluidamente. ¿Fue más volátil el voto en Colombia de lo que lo fue en Chile o en Uruguay, para tomar dos elecciones recientes? No lo


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sé. Mi amigo y colega Napoleón Franco, uno de los profesionales más experimentados en estos estudios, dice que sí, que “nunca había visto que un candidato creciera tanto en una semana como lo hizo Juan Ma- nuel Santos”. Parece no haber duda que eso pasó en Inglaterra con el voto a Nicolas Clegg, pulverizado en una semana en una medida tampoco antes vista. En resumen, parece que los votantes están ahora


tomándose más tiempo para decidir su voto y se per- miten más idas y vueltas, porque están menos ata- dos a lealtades firmes y sienten que nada los obliga a decidir de una vez con mucha anticipación. Las en- cuestas tendrán que registrar y exponer estas cosas como aspectos centrales de los procesos electorales; no alcanza con decir quién gana y por cuanto, ni con informar el “margen de error” estadístico. • La dificultad, o la prohibición, de medir durante los últimos días. En Colombia este tema fue notoria- mente decisivo. Es posible alegar que las encuestas pueden hacerse aun cuando no serán difundidas ni publicadas. También es posible alegar que la diferen- cia entre un resultado pronosticado y el resultado real no es esperable que varíe tanto en una semana. Todo esto de los plazos y las fechas en que se mide es un tema, sin duda, y –de nuevo– debería ser comu- nicado más fehacientemente. Y siempre será posible abstenerse de hacer pronósticos en los últimos días (pero, ¡qué poco interesante sería eso!). • Último, pero no menos importante: el método


de recolección de datos. Pienso que hay un proble- ma con el método telefónico y que el problema se torna cada vez más agudo, por la conjunción de dos factores: la cobertura telefónica (en muchos países mucha gente no tiene teléfono) y los cambios en la cultura de uso del teléfono (pasaje al celular, prolife- ración del número de teléfonos por usuario, hábitos en el uso del teléfono y en las formas de responder las llamadas). Quienes no tienen teléfono son distintos a quienes tienen teléfono, aun cuando se parezcan en muchos atributos; quienes no tienen teléfono de línea y ahora tienen celular son distintos a quienes no tienen ni tenían teléfono; quienes tienen más de un teléfono son distintos a quienes siguen teniendo uno solo. No estoy convencido de que estemos to- mando debidamente en cuenta estos aspectos. La conjunción de estos tres frentes de tormenta


puede producir lo que vimos. También se han visto en este mundo otras cosas tanto o más sorprenden-


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