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Los Amarres Electorales hacia 2012 Encuestas


jes con capacidad de modificar en alguna medida eso que está pasando en la mente. No hay método concebido para dar un salto desde la descripción y explicación de lo que está pasando al pronóstico de lo que va a pasar. Cuando a un ciudadano se le pregunta por quién


va a votar no se le toma una fotografía premonitoria de lo que realmente va a hacer sino de lo que piensa en ese momento. Eso es obvio: por algo los mismos votantes que un cierto día dijeron una cosa otro día posterior dicen otra; de hecho, las intenciones de voto cambian, entre otras cosas por efecto de las campañas electorales, también por otros factores. ¿Por qué preguntando a la gente lo que haría hoy hay que concluir que se puede llegar a saber lo que ocurrirá mañana? Algunas ciencias más matemati- zadas trabajan con modelos capaces de establecer complejas relaciones entre un número grande de variables; así se generan, por ejemplo, los pronósti- cos meteorológicos, o los pronósticos de inflación de los bancos centrales. ¿Funcionan? Está claro que no funcionan muy bien –por cierto, no mejor que las encuestas electorales–. Si seguimos consumiéndolos es porque aunque no funcionen demasiado bien son mejor que nada, son las herramientas que agregan mayor valor a las decisiones que uno debe tomar para descontar el futuro. Lo mismo sucede con las encuestas. Pero no hay nada de ciencia exacta en sus pronósticos. La com- pleja mezcla de tendencias, análisis estadísticos de diversas variables, sus interrelaciones y las segmen- taciones que el analista puede tomar en cuenta, y el olfato clínico del profesional experimentado, permi- te formular pronósticos que son mejores aproxima- ciones al futuro que cualquier otra cosa conocida –pero no por eso infalibles ni mucho menos–.


Cuando los pronósticos “fracasan” Ahora, cuando un pronóstico electoral basado en una encuesta fracasa, indudablemente hay un pro- blema. La encuesta es denostada como inservible, o mentirosa. Esas alegaciones pueden ser muy injustas. El problema involucra varios equívocos; confieso que a mi modo de ver los profesionales de estas cosas te- nemos parte de la culpa, no por errar ocasionalmen- te algún pronóstico sino por no aclarar debidamente, siempre, cuales son los límites del método que usa-


mos. (Claro, si los límites son demasiado estrechos, el producto pierde interés y puede salirse del mercado). Cuando una encuesta fracasa en anticipar lo que ocu- rrirá, generalmente los profesionales damos explica- ciones con posterioridad, remitiendo a esos límites; creo que deberíamos darlas por anticipado, aunque eso desvalorice un poco nuestro producto. El problema ciertamente se potencia cuando fa- llan muchas encuestas al mismo tiempo. Eso sucedió en México hace algún tiempo y en Colombia en la reciente elección presidencial. Ocurrió muchas otras veces; en España después del atentado de Atocha, en Inglaterra en la reciente elección nacional, tam- bién en Inglaterra hace varios años, a veces –al me- nos parcialmente– en Estados Unidos. Los casos de México y el muy reciente de Colombia han tenido una enorme repercusión. Una falla de uno puede atribuirse a mala práctica, descuido o simplemente error; una falla de muchos es más difícil de catalogar. ¿Es el método lo que fracasa?


Cuando a un ciudadano se le pregunta por quién va a votar no se le toma una fotografía premonitoria de lo que realmente va a hacer sino de lo que piensa en ese momento.


Cada uno pensará lo que quiera al respecto. Los


usuarios de encuestas no han dejado de servirse de ellas: se ve que su valor agregado sigue siendo ma- yor que el de los oráculos, los adivinos, los intuitivos y los practitioners de la política. Muchos periodistas encuentran una veta interesante en alimentar la duda. Pueden hacerlo, es su métier, no influye ma- yormente en nada, porque sus públicos masivos in- fluyen poco en todo esto. Lo más relevante es lo que podemos decir los profesionales. En Buenos Aires, la ciudad donde vivo, ayer se derrumbó un edificio que albergaba un gimnasio y un centro comercial, con pérdida de vidas y heridos. La causa fue la ex- cavación del pozo para la construcción de un edifi- cio lindero. No es la primera vez que sucede en esta ciudad. ¿Está en jaque la industria de la construcción por este accidente? No parece. Más bien se busca culpables individuales: los ingenieros, los calculistas,


Septiembre 2010 Campaigns&Elections 44


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