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El caso de España JULIÁN IÑIGO Y DAMIÁN CABRERA


El lobby en España, una herramienta estratégica


¿Qué nos está pasando?


Todo parece indicar que por fin se ha despertado un cre- ciente interés por esta disciplina desde que el propio Go- bierno español ha tenido que defender su posición durante los últimos meses frente a los diferentes actores internacio- nales (organismos supranacionales, mercados, analistas, ór- ganos regulatorios, etc.) La ausencia de España en el G-8, las invitaciones de última hora al G-20, la Presidencia de turno de la UE en plena aplicación del Tratado de Lisboa y, sobre todo, el posible escenario de “contagio griego” está haciendo pensar a los líderes políticos españoles que el lobby de Estado debería haber estado más presente en la agenda política. El Gobierno español está afrontando de un modo reactivo el contexto de crisis coyuntural global, pero en el futuro podemos presumir que ya no volverá a ser así. Nada volverá a ser como antes porque los propios políticos han descubierto que hasta los gobiernos necesitan desarro- llar estrategias de lobby y que éstas no se pueden poner en marcha sólo cuando corresponde tirar del manual de crisis. El arte de la buena representación de intereses consiste en ma- nejar los escenarios que se presentarán a medio y largo plazo.


El decisor político se consideraba a sí mismo como un actor pasivo (o paciente) de la actividad del lobby y, sin embargo, se ha visto involucrado en un papel activo durante los úl- timos meses para representar los intereses de España: “road shows” por los mercados financieros, asistencia a encuentros y eventos con los analistas globales; contrarrestar las reco- mendaciones de las agencias de valoración de riesgo; sopor- tar la presión mediática de los líderes de opinión financiera, etc. Como veremos más adelante, todo esto suena mucho al catálogo tipológico de acciones que se desarrollan en una estrategia de lobby.


Las etiquetas negativas y el hablar en voz baja del lobby tam- bién parece que han desapareciendo por encanto. En los úl- timos meses, los principales bufetes de abogados venden más ostensiblemente entre sus servicios la representación de in- tereses (aunque quizá esta sea la acepción más primitiva del


lobbying: los asuntos legales); consultoras de comunicación y relaciones públicas también lo han empezado a ofertar (abandonando por fin el eufemismo de los “Public Affairs”). Lo siguiente será, y sino al tiempo, que por fin los decisores políticos españoles se decidan a darle un reconocimiento a esta actividad. Además, bastaría con emular lo que ya se ha hecho en Bruselas: dar respaldo a un registro público y vo- luntario de representantes de intereses, acreditar a los lobistas ante las instituciones de servicio público, etc. Sería un gran paso para la transparencia y para el crecimiento orgánico esperado de nuestro sistema democrático. En el Libro Verde Europeo se considera a la actividad de lobby como “una parte legítima del sistema democrático, independientemente de que esta actividad sea llevada a cabo por ciudadanos individuales, empresas, organizaciones de la sociedad civil, así como por otros grupos de intereses o, in- cluso, firmas que trabajan en nombre de terceras personas, como los abogados”.


Aunque en España, quizá por falta de madurez de cultura política, se venga retrasando la regularización –que no re- gulación- de esta disciplina, la vida ha ido por delante de la norma. Los políticos ya están familiarizados y reciben a los lobistas con naturalidad; los ciudadanos han aprendido a organizarse como grupos de representación de intereses; las empresas nacionales y foráneas contratan estos servicios a terceros e incluso los propios partidos políticos han aprendi- do a utilizar las estrategias del lobby para defender sus inte- reses en los escenarios nacionales e internacionales.


Hacia la regularización del lobby en España


Lo que la mayoría de la gente ve como lobby –comunica- ción y contacto con miembros del Gobierno- representa sólo una parte pequeña del tiempo del lobista; ya que gran parte de su tiempo la dedica a aspectos relacionados con la preparación, información y comunicación. El lobby implica mucho más que persuadir a los legisla-


Julio 2010 | Campaigns&Elections 27


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