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estación insólita R


Robert Johnson, guitarrista del diablo


obert Johnson, cantante, compositor y guitarrista norteamericano de blues, conocido como “El Rey del blues”, vivió sólo 27 años y grabó 29 canciones entre 1936 y 1937. En ese período combinó notable-


mente canto, prodigiosa ejecución y talento como compositor, los cuales bastaron para influir en músicos como Bob Dylan, Jimi Hendrix, Led Zeppelin, The Rolling Stones, Queen, Neil Young y Eric Clapton. Johnson es conocido como “el más impor- tante músico de blues que haya existido” y es considerado precursor del rock. Ade- más, ocupa el 5º lugar en la lista de los 100 más grandes guitarristas de todos los tiempos de la revista “Rolling Stones” y fue incluido en el Salón de la Fama. Su enig- mática vida y su muerte prematura dieron lugar a una leyenda que sostiene que se convirtió en el mejor guitarrista gracias a un pacto con Satanás, a quien ofreció su alma a cambio de disfrutar de las mieles del mejor blues jamás tocado, lo que él hizo en ocho años que le bastaron para hacerse inmortal. Quienes le trataron decían que era huidizo, misterioso, caren- te de amigos y un continuo viajero. Según Martin Scorcese, uno de sus devotos, “Johnson sólo existió en sus discos, fue una leyenda”. Muchos han tratado de desenterrar sus datos. Su hermanastra Carrie afirmaba que su madre le decía que nació el 8 de mayo de 1911 en Hazlehurst, Misisipi, pero no existen registros de tal nacimiento, producto de una relación de un extraño llamado Noah Jonhson y su madre, Julie Majors, hija de esclavos, recién separada de su esposo Charles Spencer, con quien se reconcilió pero la unión duró poco. Robert creció con el apellido Spencer, sin saber que Charles no era su padre. Años después, su madre le confesaría la verdad, por lo que adoptó el apellido de su padre biológico. Desde pequeño mostró interés por la música, más no por el estudio. Trabajó en una plantación de algodón y siguió su afi- ción por el blues, la cual compartía con su gusto por las mujeres. Se casó muy joven, pero su esposa y su hija murieron en 1930 durante el parto. Adolorido, se refugió en el blues, pero tocó muy mal la guitarra. Luego desapareció y retornó meses des- pués, convertido en un gran guitarrista, lo que se atribuyó a que había hecho un pacto con Satanás y dio pie a la leyenda que sos- tiene que vendió su alma en el cruce de carreteras de Clarksdale, Misisipi, a cambio de convertirse en el mejor guitarrista del mundo. Extrañamente, en seis de sus canciones se refiere a ese


162 | | Edición Aniversario | Agosto 2010


Humberto Zárraga insolitohz@gmail.com


pacto. Por ejemplo, en “Cross Road Blues” habla de un cruce de caminos, mientras que en “Me and The Devil Blues”, dice: Tempra- no en la mañana, cuando golpeas a mi puerta, digo Hola Satanás, creo que es tiempo de partir. Quienes le conocieron se asombraban de su inesperado y descomunal talento. Asimismo, los músicos que tocaron con él contaban que podía mantener una conversa- ción en una reunión llena de gente con la radio sonando de fondo sin prestarle aparentemente atención y, al día siguiente, tocaba cada canción que había escuchado. El músico Son House lo conoció en esa época desgraciada, recordándolo como un pésimo guitarrista carente de talento: “Robert desapareció y volvió convertido en maestro supremo de la guitarra, lo que no era posible ya que no estamos hablando de niveles normales”. Hablaba del mejor blues- man de todos los tiempos; de un hombre que sólo dejó dos sesiones de grabación y hoy es considerado uno de los mejores gui- tarristas de la historia, al extremo de que cuando The Rolling Stones hizo una ver- sión de “Love in vain”, Keith Richards se negó a interpretarla como blues “para no incurrir en sacrilegio”. Johnson solía decir que había vendido su alma y que por eso citaba al Diablo en sus canciones. En 1936 grabó varios temas en San Antonio, Texas. Entre ellos, “El blues de la encrucijada”: Fui a la encrucijada y caí de rodillas, pedí al Señor, ten piedad, salva, por favor, al pobre Bob,


donde se percibe terror en su voz. En 1937 grabó otras canciones en Dallas. Entre ellas, “Love in vain”. Johnson murió el 16 de agos- to de 1938 en un cruce de caminos, cerca de Greenwood, Misisi- pi. Sonny Williamson, músico que tocó con él, explicó que un marido celoso, dueño de un bar en el que Johnson actuaba, puso estricnina en el whisky de Robert. En Greenwood, tres lápidas sobre tres supuestas tumbas tienen su nombre, pero nadie cree que esté enterrado allí, pues la misma editora de sus discos cree que fue enterrado bajo un árbol, sin lápida ni cruz, al lado del cruce de caminos. La letra de su canción “Yo y el diablo” dice: Entierren mi cuerpo junto a la carretera, para que mi viejo y malvado espíritu pueda subirse a un autobús de la Greyhound y viajar. El cruce de las carreteras 61 y 49 en Clarksdale, donde el Diablo afinó su guitarra, hoy día es un lugar de peregrinación. Dos fotografías suyas y las pocas graba- ciones es todo lo que hay. El resto es pura leyenda. Su certificado de defunción (Greenwood, Misisipi, 16 de agosto de 1938) certifica que no hubo autopsia. Pacto o no con el Diablo, Robert Johnson se llevó “su verdad” a la tumba.


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