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CORRIENDO MIGRACIÓN POR TIERRA

Los cambios en las precipitaciones, la temperatura y la vegetación, así como el riesgo de de- predación y enfermedad, son elementos que activan las migraciones en masa de los grandes herbívoros. A su vez, sus migraciones determinan los desplazamientos de diversos carní- voros. Las poblaciones de muchos ungulados migratorios han disminuido en un 35–90 % en los últimos decenios. Vallados, carreteras y ferrocarriles han retrasado o detenido migra- ciones, o han expuesto a los animales migratorios a la caza ilegal según van desplazándose en grandes manadas a lo largo de estas barreras en busca de un paso seguro (Bolger et al., 2008). Los herbívoros migratorios se concentran estacionalmente, a menudo durante el parto, la migración o en torno a las fuentes de abastecimiento de agua en la estación seca. Este comportamiento y su previsibilidad les hace vulnerables a la captura excesiva.

Ñus, elefantes, búfalos, caribúes, chiru y antílopes Saiga, y muchos otros ungulados tienen que emigrar al comienzo de la estación seca, del verano o del invierno, ya que los recursos hídricos o de forraje disponibles disminuyen y se concentran en determinadas zonas, lo que hace que los animales sean al- tamente vulnerables a los cazadores ilegales y los depredado- res. Esta migración basada en los recursos es conocida, pero se subestima la complejidad de la red ecológica. Hay que tener en cuenta también la alimentación, los depredadores, la dinámica social, la fisiología y la necesidad de evitar a los depredadores, aspectos que forman parte de la dinámica entre las especies, su entorno y el paisaje.

La destrucción del hábitat, la fragmentación, y la caza ilegal son amenazas particularmente importantes para las especies migratorias. Al depender de forma decisiva de determinados cuellos de botella y corredores, así como de sitios específicos a lo largo de su migración para invernar, acceder a las aéreas de verano, asegurar la reproducción y reponer las reservas, son muy vulnerables a la pérdida de hábitat o las barreras en estos lugares. Durante milenios, los antiguos cazadores humanos construyeron hoyos y sistemas de trampas para capturar ungu- lados migratorios, como el caribú y el antílope Saiga.

De hecho, pese al desplazamiento a través de varios cientos y en algunos de varios miles de kilómetros, la distancia más gran- de cubierta por las manadas de ungulados es la del caribú de América del Norte (Rangifer ssp.). Los ungulados migratorios pueden depender totalmente de estrechos corredores, a veces de sólo unos pocos cientos de metros a algunos kilómetros en los puntos más estrechos, como se ha visto en el caso de la an- tilocapra (Antilocapra americana). Algunos de estos corredores se han utilizado durante al menos 5.800 años (Berger, 2004), y muchos de ellos muy probablemente desde mucho antes.

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