una imagen puede resumir Birmania: Las pagodas, el sol y una sombrilla de mujer.
Las pagodas son el centro de la
vida espiritual birmana y en cada ciudad y pueblo hay varias, diría que todo el país está plagado de pagodas, cuyas gentes las visitan diariamente o semanalmente para presentar sus respetos a las reliquias de Buda, que suelen encontrase en el interior, para meditar, para ofrecer limosnas o para participar en sus fiestas religiosas. La pagoda se considera un lugar de espiritualidad y enseñanza. Los inte- riores están decorados con escenas educativas de la leyenda de Buda, donde suelen representarse leccio- nes morales de los cuentos de Jakata sobre las reencarnaciones anteriores de Buda. Los pacíficos principios del budismo que fomentan la sabiduría y la compasión, se trasmiten mediante
estas enseñanzas. También hemos tenido la suerte de poder ver de forma privilegiada cómo vivían los monjes en varios mo- nasterios del pais. Nadie sabe cuantos militares hay en Birmania. Si se les hace esta pre- gunta curiosamente responden con una comparación —en Birmania hay tantos monjes y monjas como mili- tares—, y la verdad es que militares de uniforme hemos visto pocos, pero monjes los hemos visto por cada una de las esquinas y rincones de todo el país. Por la mañana son verdaderas procesiones de hombrecillos descal- zos cubiertos con sus túnicas rojas o de color azafrán que vagan por las calles con sus singulares cacerolas pi- diendo comida, pues según el ritual budista éstos deberán mendigar la comida descalzos y antes de las 12 horas del día. Después de esa hora
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no podrán volver a comer hasta el día siguiente, el resto de las horas las dedicarán al estudio, la oración y los quehaceres de los conventos.
Los niños Como en todos de mis viajes los
niños no pueden faltar; así que les he fotografiado en la calle, jugando, llo- rando, sufriendo, los he visitado en la guarderías y en los colegios y hasta como novicios en los monasterios. También los he visto trabajando con muy corta edad. Es cierto que a pesar de todo lo escrito sobre las atrocidades de esta vieja dictadura militar, hemos perci- bido ciertos aires de apertura hacia la libertad, esperemos que en esta oca- sión no sea ahogada en sangre una vez más. Parece que los birmanos no
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