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to en declive, según dijo. Pedí permi- so para sentarme a su lado, asintió. Con cada pregunta que le hice se explayé encantado. Había nacido en Lanus, Provincia de Buenos Aires, a los cinco años de edad sus padres se separan, la madre lo interna en un colegio pupilo, ahí aprendió a leer. También aprendió a respetar,a través del miedo a sus celadoras, que les pe- gaban con una vara en las yemas de los dedos ante cualquier desacato. Se me pararon los pelos de todo el cuerpo al escucharlo. - Qué viejas de mierda, dije. - No eran viejas, eran mujeres jó- venes, chilenas ellas, jamás olvidare sus rostros. ¡Sabes las que pasamos ahí!


Volví a estremecerme. Al preguntar dónde vivía, dónde dormía, me contó que en la yeca [6]. -Estoy durmiendo en La calle


Tucumán al 2700, hay una pequeña galería que nos resguarda del chifle- te [7], comparto el lugar con un san- tiagueño, un pibe joven que cartonea [8], buen muchacho. - ¿Y cómo se la rebusca para co-


mer? ¿Va a comedores comunitarios? - Noooo, me hacen recordar a esa


Carlos Llegué a Recoleta, me esperaba


Robert Doisneau, 137 fotos origina- les del Maestro, “Simplemente Dois- neau”.


Llegué antes de lo pactado, va-


rios cumpas [1] venían a visitar la muestra conmigo, me senté en una banca a metros de la entrada del ce- menterio, ahí lo vi, el sol del atarde- cer lo acariciaba, tomaba mate, mate listo; pelé [2] a Churrasquita [3] de su funda y empecé a chorearle [4] fotos.


Tomé unas cuantas pero no pude más y me acerque a él. - Buenas, mateando? - Sí, para pasar el fresquete [5]. Le pregunté su nombre, Carlos


me dijo, me presenté, Juanjo Gallar- do estudiante de fotografía. Tenía un libro entre sus pertenen-


cias, “La luz de Egipto” de León Arse- nal, llevaba mas de la mitad leído se- gún su separador de esta novela del tiempo de los faraones y de un Egip-


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infancia en el orfanato, no puedo ir ahí, me hace mal, la gente ayuda y el santiagueño también. Saqué mi paquete de cigarros, le ofrecí y me dijo. -Claro, es el único vicio que ten-


go, fumo y fumo. Ves el bigote ama- rillo, ¿por qué piensas que esta así? En Buenos Aires, en las paradas


de bondis [9], siempre hay medios puchos [10], ya que no se puede fu- mar dentro de ellos y la gente los tira cuando llegan. Lo imaginé haciendo eso, más de una vez también lo hice. Carlos estuvo en ese internado


hasta los diez años, luego lo pasaron a otro en Santos Lugares, no me con- tó tanto de él. Sólo eso y que cuan- do salió busco a su madre, nunca la encontró, supo que su padre había


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