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Pero no es mi cometido titular esta foto, ni siquiera escudriñar in- terioridades tan apasionantes como las que se dejan entrever. La imagi- nación que se despierta con el cruce de dos culturas —la que nos muestra la foto y la del fingido escudriñador— puede ser tan fértil como circular y, quizás, equivocada, porque uno tien- de a juzgar a los demás con los pa- rámetros de la propia cultura, de la propia vivencia y, casi siempre, de los propios prejuicios. Lo realmente interesante de la


Si yo hubiera de titular esta fotografía, que no es el caso, me inclinaría por algo así como “Curiosidad de ida y vuelta”. Curiosidad por saber qué es lo que está viendo el joven monje budista y que provoca su breve sonrisa; y curio- sidad sobre todo por el mundo que está a sus espaldas, en ese edificio que, conociendo sólo puerta, imaginamos atrabiliario y destartalado, como nos in- dica el estado de su puerta y esos cables que se introducen al interior a través de un hueco que nada bueno augura sobre lo que puede hallarse en el interior.


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foto es que ha sabido captar un mo- mento singular y, con él, aportar al espectador una posibilidad de suge- rencia, cuando no de intriga, que va más allá de la propia fotografía y, sa- biendo que pertenece a una serie de un viaje, nos pone en contacto con una realidad muy diferente de la que disfrutamos quienes, aquí y ahora, podemos observarla desde la como- didad de nuestro ordenador y desde la indiferencia de nuestra cultura oc- cidental y nuestro mundo capitalista. Porque la foto en realidad pone en cuestión algunas de nuestras convenciones. La puerta, que es fiel testigo del paso del tiempo y de la ausencia total de lujo y empaque que suele caracterizar a determina- dos elementos religiosos pagados del oropel habitual de sus integran- tes, no desmerece en su desgaste del hábito del monje: bastas telas, sin ningún adorno, que nos llevan directam,ente a la información que Guendy nos ofrece sobre estos mon- jes obligados a mendigar su comida diaria. Y sin embargo, al joven de la foto no se le hha agostado la sonrisa que nos enfrenta a un mundo que ha quedado oculto al angular de la foto. Una foto magnífica, que arranca


todo el significado a la escena a tra- vés sobre todo de la habilidad para rescatar todas las texturas de la ma- dera y el hábito del monje.


2Francisco Trinidad


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