Mi amigo, que no está en una
situación económica muy boyante que digamos, me había pedido en un principio que si podría hacerle yo esas cosas, y el que suscribe estaba dispuesto, por la módica cantidad de unas cervecitas, unos chipirones y poco más. Pero bueno, la madre se descuelga con la “oferta de la pelu- quera”, bastante salada por cierto… Y yo me quedo con el compromiso de mi amigo, que sabe que no va a te- ner ningún recuerdo digital o en pa- pel de su hija, porque la ex-parienta se lo piensa quedar todo (como suele ser normal en tales casos en este tipo de personas). Total, que agarro mi Olympus
y mi moto, después de un buen de- sayuno, y me dirijo a la iglesia don- de se va a celebrar el evento. Y me encuentro sumergido entre todo lo comentado al principio: niños, carre- ras, nervios, ¡que te he dicho que te estés quieto!, ¡te vasss a ensusssiar y te voy a dar una nalgada! (azote en Canarias), etc. etc. etc. Al rato, y después de tirar unas
Tres eran tres Los bautizos, bodas, comunio-
nes, etc., de largo arraigo en nuestra cultura popular, suelen ser eventos en los que la alegría, los nervios, las prisas, las emociones, están por to- das partes rodeándonos, envolvién- donos en su energía semi-caótica, y provocando un montón de situacio- nes en las que un buen ojo detrás de una cámara (no hace falta que sea muy buena) puede disfrutar de lo lindo (o como dirían otras generacio-
nes, “tope guai”, como “mola”). En este caso, era la primera co-
munión de la hija de un buen amigo. La madre (son padres separados) había contratado un “paquete” con la peluquera. Ahora resulta que las peluquerías ofrecen aparte del pei- nado tipo novia del Cosmpolitan, los servicios de un fotógrafo, vamos, el álbum de la “Comunión de la niña”, más el video, mas los recordatorios “de diseño”, más... ¡¡¡Yo que sé más!!!
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fotos a amig@s y entorno, aparece algo que no esperaba: de un edificio que se encontraba a unos 50 metros de la iglesia sale una comitiva enca- bezada por estos tres personajes pro- tagonistas de la foto, seguida de los niños y niñas a los que les van a dar la primera hostia... Inmediatamente quedo cautivado por la peculiaridad de sus rostros, sus ropajes y sus za- patos, que me trasladan automática- mente a una película de Fellini o de las que protagonizaba Pepe Isbert. Tiro de cámara y disparo dos o tres fotos de los susodichos, y la que más me gustó para transformarla y mostrársela a los demás a mi mane- ra de ver es esta que protagoniza el artículo.
El proceso consistió en “elimi-
nar” de la foto 1, las personas anejas y ajenas al “trío” a base de clonar tronco de palmera de la izquierda y
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