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El movimiento tomó pronto una envergadura que se extendió a varias ciuda-


des españolas y marcó un punto de inflexión a nivel sociológico y cultural. En el terreno musical nacieron sellos independientes de grabación como DRO, Nuevos Medios, etc… y artistas que con el paso de los años se han convertido en grupos de culto: Gabinete Caligari, Burning, Ejecutivos Agresivos, Zombies, o Parálisis Permanente, entre otros. Fuera de Madrid, los más conocidos fueron Loquillo y los Trogloditas, La Orquesta Mondragón, Golpes Bajos o Siniestro Total. Su influencia también se extendió a otros campos como el cine, con la irrupción de Pedro Almodóvar como máximo exponente, la pintura, representada por artistas de la talla de Ceesepe y El Hortelano, la televisión, con programas como “La Edad de Oro” y “La Bola de Cristal”, la moda, en la que destacaba Agatha Ruiz de la Prada, la fotografía de Alberto García-Alix y Ouka Leele, y muy especialmente la prensa, realizada con medios artesanales conocidos como fanzines, que impulsaron el verdadero espíritu de La Movida, contribuyendo a la creación de una identidad común. Los más relevantes fueron La Luna, Madrid Me Mata y posteriormente Madriz. Por segunda vez en su historia, Malasaña se había convertido en el epicentro


de una revolución. En este caso, el objetivo a derribar no era la opresión francesa sino los convencionalismos y el puritanismo heredados del régimen anterior. Du- rante una década dorada se llegó a alcanzar dicho objetivo, a la vista de los logros obtenidos. Pero, en los años 90, aquella rebeldía social que algunos habían estirado hasta el límite llegó a su fin. Como ya ocurrió en 1808, el precio que el barrio iba a pagar por su “osadía” sería muy alto: Malasaña iba a vivir el peor momento de su historia desde la contienda. La droga se apoderó de las calles y, durante varios años, Malasaña se convirtió en sinónimo de camellos y drogadictos. Las fiestas se alejaron del barrio y la vida bohemia y desenfadada, que había caracterizado los años de la Movida, desapareció junto con los bares que la habían puesto de moda. Poco a poco, los locales fueron sustituidos por pubs y discotecas con unos precios abusivos. Los jóvenes volvieron a las calles y ocuparon de nuevo la simbólica plaza, pero esta vez con una diferencia... ahora traían las botellas de alcohol y coca-colas en bolsas de plástico, lo que salía más barato que los precios de las copas. Hiciera frío o calor, lloviera o luciera el sol, la afluencia de los jóvenes bebiendo en la plaza cada día era mayor: había nacido “el botellón”. Como era previsible, los vecinos pronto se hartaron de esta situación. Malos olores en todas las esquinas. Tráfico de drogas por doquier. Noches lle-


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Luz y Tinta


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