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carácter profundamente emocional del ser huma- no. Siempre. Desde que nos levantamos. En cual- quier caso, entorno y cir- cunstancia. En el ámbito personal, y, especial- mente, en el profesional. Y no quería verlo así por- que se suponía que la emoción, esa “cosa” tan pegajosa y sensiblera, no debía estar presente en un trabajo, y menos


en una función de refe- rencia y de poder, como allí entendíamos todos la figura del controller. A fin de cuentas, ¿quién no ha oído lo de “…a esta empresa se viene llorado de casa”? ¿O lo de “… aquí las emociones se las deja uno en la puerta”? Menuda estupidez.


¿Alguna vez has pasa- do una mala noche por


causa de un problema de trabajo? ¿Y eso por qué? ¿No hemos queda- do en que lo profesional y lo personal están bien delimitados lo uno de lo otro? Y por buscar el ejemplo contrario, si tu hijo estuviera en este mo- mento en el hospital o tú estuvieras en medio de tu propio divorcio, ¿es- tarías en condiciones de rendir al cien por cien en


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