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te del barco montaña arriba es porque saben que se trata de algo real y no truqueado. Quiero que los espectado- res recobren la confianza en lo que ven sus ojos.”


La Ópera de Manaos a pe- sar del tiempo sigue sien- do en la ciudad su princi- pal hito arquitectónico, ha tenido muchas reformas a través del tiempo, y hoy no está exento de grandes polémicas. La ciudad de Manaos tiene una elevada tasa de pobreza, desem- pleo y analfabetismo y el mantenimiento de este Teatro requiere un gran presupuesto.


Resumiendo, la película no es solo


el sueño de este loco visionario, el Rey del caucho, es también el sueño de Herzog, y el mío, del que ahora despierto. Mañana me espera la selva rio


arriba, pero al igual que en Madre de Dios, todo seguirá igual: mujeres que sacan los piojos a los niños, ni- ños que llevan cargas demasiado pe- sadas sobre sus espaldas y que van sujetas con correas que aguantan en la frente, los botes en el rio, gallinas atadas por sus pies, los fogones de la noche, el olor a queroseno, enormes pescados, frutas entre nubes de mos- cas, suciedad, niños jugando entre el barro, los majestuosos cóndores que extienden sus alas como Cristo en la Cruz y perseveran como estatuas en esa posición, presumiblemente para refrescarse o ahuyentar a los ácaros, cabezas de animales degollados y en- sangrentados sobre alguna carretilla, las mujeres en cuclillas lavando la ropa en el agua marrón del río, algún tipo tirado en el suelo borracho hasta la inconsciencia. Las escuelas, palafi- tos con techo de palma y suelo elás- tico y resistente, lo que me llama la atención es que aquí hasta el plástico


se pudre como las cosas orgánicas. Se trocean unos cerdos, se amamantan unos niños en los mercados, yacen sobre las mesas y ahí duermen, pa- tos y perros casi sin pelo debido a la sarna. A los 15 años la mayoría de las chicas ya tienen uno, dos hijos; a los mosquitos te vas acostumbrando len- tamente, las nubes se van alejando, las luciérnagas y las estrellas bailarán sobre mi cabeza esta noche, el croar de los sapos al atardecer en el rio, con la lancha rio arriba… el sol arras- tra velozmente la noche como un te- lón sobre el escenario al final de una obra. Los pájaros diurnos enmudecen y dan paso a los nocturnos. Por hoy, la farsa ha terminado.


JOSÉ LUIS CUENDIA, “GUENDY”


Un excelente tráiler de la pelí-


cula Fitzcarraldo, en http://www.youtube.com/wat-


ch?feature=player_embedded&v=- F53yUsgVuL0


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