acontecimientos que han llevado a este gigante asiático a ser la potencia que hoy es, un singular estado “comunista” que compra en estos momentos las deudas de los países capitalistas en crisis. Después de la muerte de Mao, su sucesor Deng Xiao-
ping, alentó a sus más de mil millones de campesinos a que “buscaran la verdad en los hechos” y aceptaran las cualidades (y las contradiciones evidentes) de lo que se- rían sus “políticas de reformas”. Habían pasado tan solo dos años de la muerte de Mao, cuando Deng proclamó que “enriquecerse también es glorioso”. Era el pistoletazo de salida para las nuevas reformas económicas, aunque no significaba de ninguna manera que el sistema renun- ciara a sus esencias autocriticas: es evidente que el cami- no chino hacia el capitalismo ha sido bien distinto del que se ha seguido en la ex Unión Soviética donde se hicieron primero las reformas políticas y ahora se intenta recons- truir el Estado en el caos creado por la introducción del mercado libre, la inexperiencia democrática y la prolifera- ción de la economía sumergida y de las mafias. Es más que evidente que la China actual se deja que- rer por el capital extranjero, que sus ciudadanos viajan a Occidente y aprenden el funcionamiento de nuestras eco- nomías, que nos reciben con grandes atenciones a los ex- tranjeros que les visitamos; pero si alguna cosa caracteriza esta relación es que a los chinos, por utilizar el lenguaje figurado que tanto les gusta a ellos, les encanta chapo-
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